Pensamiento japonés

El crepúsculo del arcade japonés

A lo largo del año pasado se han sucedido numerosas noticias sobre el cierre o reconversión de los locales dedicados a los juegos arcade. Los recreativos, un negocio que ya es un recuerdo lejano en las calles europeas, todavía aguantan en Japón pero, ¿hasta cuándo? Tratamos de vislumbrar el futuro de este rico universo de diversión.

La comunicación por parte de Sega afirmando que el emblemático edificio de Akihabara Second Arcade cerraba sus puertas puso a todos los aficionados en alerta. El mundo de los salones recreativos es un reducto de nostalgia que casi parece anacrónico: en el país del futuro, de los avances tecnológicos y la búsqueda de la máxima conveniencia, acudir a un lugar para experimentar videojuegos mediante una moneda de 100 yenes parece casi ensoñación. Y sin embargo, ahí han estado estos negocios hasta 2020, alimentados por turistas japoneses y extranjeros, y conformando un símbolo de determinados barrios, como es el caso de Second Arcade. Muchos de estos locales llevaban años sin ser muy prósperos desde el punto de vista financiero, y la situación del COVID19 solo ha sido un empujón para terminar con ellos. El arcade japonés está en peligro de extinción.

Precisamente por esa razón merece la pena reflexionar sobre la identidad de Japón, del Japón moderno. Teníamos ya casi asumido que había un paralelismo entre la conservación de los salones arcade, y la conservación de los ônsen como lugares de reunión tradicionales japoneses; que poder seguir experimentando una partida en un juego de pistolas láser con un amigo tiene algo en común con compartir una noche de karaoke con tus compañeros de trabajo; que poder echar un Street Fighter con una moneda de 100 yenes mantiene el mismo romanticismo que sacar una bolita de gachapon. Esos contextos son, a priori, tan japoneses, que rápidamente entendemos por qué permanecen vivos en el tiempo. Los interpretamos como la consecuencia de una cultura que siente un apego especial por las tradiciones, ya vengan estas de la época Edo o del siglo XX.

Ahora parece que estos espacios tan mágicos se acaban, o al menos están alcanzando un punto crítico, cercano a su exclusión como lugares de museo. ¿Volverán a renacer tras la normalización del turismo? Es difícil de decir. Puede que los creativos responsables de esta industria, entre los que se encuentran Capcom, Sega, Nintendo o Bandai Namco, tenga preparados un giro de timón que haga renacer los arcades. Quién sabe si, en el futuro, las máquinas estarán preparadas para hacer streaming de nuestra partida y de esta forma revitalizar este modo de juego clásico en la plataforma del momento, Twitch. O quizás se muevan los muebles a las nuevas ubicaciones temáticas de las grandes empresas japonesas, como Nintendo con su nuevo parque de atracciones o Capcom con su tienda especializada, repleta de merchandising de la marca. Convertir en exclusivo lo que no lo era suele funcionar.

Pero ¿y si realmente estamos ante el fin de la industria arcade clásica? Los edificios que hasta ahora albergaban estos lugares semiabiertos a los fumadores, llenos de pantallas y joysticks, darían la bienvenida a otros negocios más prósperos. Y uno no puede evitar pensar en la gentrificación, término que casi me parece en desuso, pese a no tener más de 10 años de antigüedad. Si hay algo que me parece extraordinario, desde un punto de vista turístico y cultural, es la resistencia heroica de las ciudades japonesas al fenómeno de abandonar su personalidad y venderse a las grandes franquicias. En Japón hay McDonald’s, Starbucks y compañía, claro que los hay. Pero cualquiera que haya caminado más de 5 minutos por cualquier calle peatonal de Tokio o Kioto reconocerá pocos de estos nombres internacionales, nada parecido a otras ciudades como Londres, Madrid o París, cuyos negocios tradicionales han sucumbido en mayor medida. Todavía perviven un gran número de negocios tradicionales japoneses, como los típicos restaurantes especializados en un área concreta de la gastronomía japonesa. Pero también hay otros cuya persistencia va de la mano, como las tiendas de videojuegos de segunda mano, cuya principal afluencia asimismo era extranjera.

A priori, uno se aventura a afirmar que la internalización de Japón y su oferta de ocio es inevitable, pero todavía queda mucho para saber hasta dónde llegará el fenómeno. Cada año que pasa, Japón escala posiciones en la lista de países con más turismo del mundo. Los salones arcade son un granito de arena sobre la inmensa oferta cultural, no solo para extranjeros, sino también para consumidores locales. Hay razones para pensar que este granito de arena puede disolverse con el viento económico, que arrecia; pero también hay esperanzas para considerar que la longevidad japonesa pueda volver a imponerse. Sea como fuere, el año de la pandemia puede hacerse notar en nuestro próximo paseo por las calles niponas.

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