Pensamiento japonés

Confesiones de amor, la reivindicación feminista de un alma indomable

En el primer tercio del siglo XX, Japón, inmerso en un periodo especialmente agitado de su historia, hacía ya mucho que había comenzado su camino hacia la modernidad, pese a que en otros aspectos, como el social, todavía la tradición mostraba un peso aplastante en las relaciones humanas, sobre todo, en el aspecto sentimental y en la institución del matrimonio, así como en los roles asignados tanto a hombres como a mujeres. De este modo, bajo esta perspectiva, podemos considerar la figura de Chiyo Uno (1897-1996) como una mujer extraordinariamente avanzada para el tiempo que le tocó vivir.

Atraída por el mundo occidental, Uno pronto se cortó el cabello y se transformó en una mo-ga, una mujer moderna. En el plano profesional, fue diseñadora de kimonos (contó con una tienda en Ginza, a la que acudía la flor y nata de la sociedad del momento) y fue editora de su propia revista de moda, Style (Sutairu, スタイル), la primera publicación japonesa de esta temática. Por todo ello, Uno se convirtió en un referente de moda, que la llevaría a ser la primera japonesa en exhibir sus diseños en Nueva York en 1957, aunque ya para entonces tanto la tienda como la revista habían comenzado a dar síntomas de problemas financieros. Por su parte, en el plano literario, Uno destacó por el género de la narrativa breve, con un estilo que ha dado en llamarse protofeminista. Su dilatada trayectoria la llevó a obtener varios galardones literarios, así como el reconocimiento por el propio emperador como una de las escritoras femeninas japonesas con más talento, ya a avanzada edad.

Y me daba la sensación de que en aquel lejano mundo al que difícilmente podían llegar las leyes, la moral y los compromisos de la sociedad humana, yo podía hacer cualquier cosa.

En cuanto a su carácter, pronto dio Uno muestras de un fuerte sentido de libertad: forzada a casarse con un primo lejano cuando solo contaba trece años de edad, no tardó más que diez días en regresar al hogar paterno. Más tarde, tendría lugar su primer escándalo público, cuando apareció vestida de geisha en el instituto donde trabajaba y comenzó una relación con un profesor más joven que ella. Fue en ese momento cuando abandonó Kawanishi y se mudó a Tokio. Después vendrían sucesivos matrimonios, cuatro en total, marcados todos ellos por las infidelidades de Uno, arrastrada por una libido insaciable. Cada una de las rupturas traería consigo (consciente o inconscientemente) una nueva mudanza: Tokio, Corea, Sapporo y Kioto.

Chiyo Uno en 1932, con uno de los kimonos diseñados por ella misma.

No es de extrañar, pues, que ya en su época Chiyo Uno lograra levantar ampollas en la conservadora sociedad japonesa contemporánea debido a su azarosa vida personal, su carácter indómito e insolente y su estilo de vida bohemio y disipado. Espíritu libre y salvaje, reivindicó para la mujer un papel más allá de su rol como esposa sumisa y madre devota impuesta por la sociedad de su tiempo, quedando la liberalidad de pensamiento que profesaba y su tormentosa vida amorosa reflejada en su obra literaria, que culminaría con la publicación de sus memorias, súper ventas titulado Seguiré viviendo (1983) y en el que confesaría su propensión a dejarse llevar por la pasión más arrolladora.

Sentí que en aquel momento morir a su lado era lo más natural. Más que morir porque no podíamos seguir viviendo, morir porque sin duda la muerte sobrevendría temblorosamente como el estado más natural en aquella situación. Sin embargo, entonces ni siquiera llegué a pensarlo.

No obstante la popularidad alcanzada por sus memorias, el éxito literario que afianzaría a Uno como escritora llegó con Confesiones de amor, obra publicada originalmente en 1935 y que ahora nos trae Alpha Decay en una preciosa edición. En esta breve novela, la autora aborda desde la perspectiva masculina las relaciones de Yuasa Jôji, trasunto del pintor Seiji Tôgô, artista que protagonizó un intento frustrado de suicidio pasional (él sobrevivió; ella logró consumar el suicidio) y en el que la autora se inspiró, además de mantener una relación sentimental con él que se prolongaría durante cinco años. Jôji, narrador en primera persona de la historia, es un pintor de estilo occidental que, tras pasar años viviendo en el extranjero, regresa a Japón para encontrarse con su mujer y su hijo, convertidos en dos desconocidos. Inmerso en pleno proceso de divorcio, Jôji irá fluctuando de relación amorosa en relación amorosa, siempre con mujeres muy jóvenes, por las que se dejará arrastrar, sin demostrar excesivo convencimiento por nada, en una consecución de pasiones, arrebatos e irresponsabilidades, desde la masculina e independiente Takao, hasta la dulce Tomoko, pasando por la tortuosa relación con Tsuyuko. El inconstante y superfluo Jôji, ser voluble y de poco carácter, quedará así convertido en piedra de toque que dejará al descubierto la moralidad de una sociedad en la que prevalece la sumisión de la mujer a las decisiones tomadas por la figura masculina familiar preponderante y el peso a las convenciones impuestas, que no dejan libertad a la mujer en la toma de decisiones de su propia vida, salvo que estén dispuestas a pagar un alto precio. De este modo, se sucederán a lo largo de la novela adulterios, engaños, fugas y tragedias de diversa índole. No obstante, entre la concatenación de acontecimientos y la precipitación del desenlace final —esperado y chocante a partes iguales—, no faltarán situaciones que nos conduzcan a la hilaridad y lo absurdo, recursos empleados por la autora para hacernos recapacitar sobre la seriedad de los postulados planteados, su denuncia de la dependencia femenina en una sociedad patriarcal que todavía pervive y su defensa de la libertad de todo individuo para elegir la manera en que desea vivir y relacionarse.

Chiyo Uno, ya de avanzada edad.

 

 


Confesiones de amor

Autora: Chiyo Uno

Editorial: Alpha Decay

Traducción: Junichi Matsuura y Lourdes Porta

Año: 1935 (JP), 2019 (ES)

Formato: Papel

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