Pensamiento japonés

El biombo del Infierno: el feroz retrato del horror

Todo aquel que conozca el genio de Ryūnosuke Akutagawa no se dejará engañar por la brevedad de El biombo del Infierno, este espeluznante relato del maestro del cuento japonés, con el que nos sumergimos en la época feudal para presenciar las atrocidades de las que es capaz el ser humano. Así pues, ¡bienvenidos al averno!

El autor

El 1 de marzo de 1892 nacía en Tokio Ryūnosuke Akutagawa, una de las más grandes plumas que ha dado al mundo el País del Sol Naciente. Debido a la mala salud de su madre, Fuku, que padecía psicosis y murió de forma prematura, fue adoptado por el hermano de esta, de quien el escritor tomó su apellido. De este modo, Akutagawa fue criado por su tía, que lo atormentaría con la constante mención de la enfermedad de su madre, que siempre planearía como una negra sombra sobre la conciencia del escritor, pues crecería obsesionado con el trastorno mental. Tras un intento frustrado de casarse con una amiga de la infancia, Akutagawa se casó con Fumi Tsukamoto en 1918, matrimonio del que nacerían tres hijos.

En lo referente a su carrera, desde muy joven, Akutagawa sintió predilección por la literatura china, así como por otros grandes autores de su tiempo, como Natsume Sōseki, a quien tuvo por maestro y del que recibió sentidas alabanzas por su relato La nariz. Sōseki ejerció una gran influencia en Akutagawa, quien siempre se sintió seducido por los períodos históricos de Japón claves para la forja de su identidad cultural, tal como plasmó en sus creaciones literarias, ejemplo de originalidad y modernidad.

En 1910,  comenzó sus estudios en la Escuela Superior n.º 1 de Tokio, en donde coincidió con otras figuras literarias de la época, entre ellas, Kan Kikuchi, con quien compartiría una gran amistad. Tras graduarse en la Facultad de Letras de la Universidad de Tokio, Akutagawa comienza a dar clases de inglés en la Escuela Naval de Ingeniería de Yokosuka, antes de volcarse de pleno en su carrera literaria.

Junto con otros compañeros, entre los que figuraba también Kan Kikuchi, Akutagawa crea en 1916 la revista Shinshicho (Cuarta Época), publicación en la que verían la luz algunos de sus relatos y traducciones. Posteriormente, desde 1917, trabajó en el periódico Mainichi de Osaka, en el que publicó, entre otros relatos, El biombo del Infierno, que hoy centra nuestra atención. También para este diario se desempeñó como corresponsal en China. Además de su labor periodística, Akutagawa realizó otros trabajos literarios de envergadura, como una antología de literatura moderna japonesa.

Enumerar todas las obras de Ryūnosuke Akutagawa quedaría lejos de esta escueta semblanza del autor, pero en el acervo colectivo quedan para la eternidad, además de las ya mencionadas, su celebérrimo Rashōmon —que, fusionado con En el bosque, se adaptaría a la gran pantalla de la mano de Akira Kurosawa—, El hilo de la araña, El Cristo de Nankín, El tabaco y el diablo, Vida de un idiota, Los engranajes o Kappa, por solo citar algunas. Al igual que Rashōmon, El biombo del Infierno también fue objeto de adaptación cinematográfica en 1969, bajo la dirección de Shirō Toyoda y protagonizada por Tatsuya Nakadai y Kinnosuke Nakamura.

La salud de Ryūnosuke Akutagawa se fue deteriorando paulatinamente, aquejado de frecuentes crisis nerviosas, con alucinaciones y una insufrible ansiedad y zozobra que lo condujeron al suicidio por ingesta de veronal en 1927, cuando contaba tan solo treinta y cinco años. Tras su muerte, su gran amigo Kan Kikuchi instituyó en su memoria en 1935 el Premio Akutagawa, el galardón más importante de las letras niponas.

 

La obra

Para escribir El biombo del Infierno, Akutagawa se inspiró en una de las historias contenidas en el Uji shūi monogatari, una colección de relatos recopilados por mano anónima a principios del siglo XIII. Una vez más, Akutagawa brilla por su absoluto dominio del relato histórico y nos traslada al Japón feudal, tintando El biombo del Infierno con el terror y la tragedia que se presagia desde el inicio de la narración, cuya trama ubica el autor en algún punto indeterminado del siglo XI, al final de la era Heian.

El relator de la historia es un testigo directo de los hechos, uno de los criados del señor Horikawa, quien toma bajo su protección al pintor Yoshihide, genio inigualable de su tiempo, cuya única hija sirve como dama de compañía en la mansión de Horikawa. La relación entre el artista y su patrono se irá deteriorando paulatinamente, en especial, por el celo con que Yoshihide insiste en que su adorada hija abandone el servicio en la casa de Horikawa, a lo que el noble se niega en redondo, escudándose en la excusa de que es por el propio bien de la muchacha, de carácter dulce y sensato y diametralmente opuesto al de su progenitor.

Pero incluso ese Yoshihide, el desvergonzado Yoshihide, poseía un lado muy humano. Yoshihide amaba a su única hija con locura.

Pese al choque de caracteres de artista y patrón, Yoshihide recibe de Horikawa el encargo de pintar un biombo que retrate los horrores del Infierno Ardiente budista, tarea en la que por completo se sumerge Yoshihide. Durante los meses que invierte en la creación de su obra, el pintor incrementa su fama de extravagante y de poseer un espíritu frío y calculador, al llevar a extremos inusitados su arte, pues aplica métodos de inspiración poco ortodoxos, que, en última instancia, desembocan en habladurías y rumores de todo tipo.

En ese momento, asaltó al discípulo tal terror que tuvo la sensación de vislumbrar el remolino de una sombra misteriosa que descendía rozando la superficie del biombo.

Precisamente serán los insólitos procedimientos del pintor, encallado en el motivo central del biombo, los que desencadenen la desgracia, convertida en clímax de la historia, al que nos arrastra Akutagawa haciendo un soberbio alarde de narrativa. Si desde las primeras páginas el lector contiene el aliento aguardando, expectante, la descripción de los ominosos acontecimientos, el ritmo frenético nos arrolla en la recta final del relato, en el que se funde con el horror y la atrocidad, descritos con una turbadora belleza compositiva que debate al lector entre el éxtasis y el espanto. La brevedad de la historia no es óbice para que podamos paladear la excepcionalidad de su sublime factura y sentir en el corazón el impacto de la violencia del desenlace, llevados al extremo de la mano del genio inmortal de Akutagawa, maestro del relato breve de las letras niponas.

 

 

 

El biombo del Infierno

Autor: Ryūnosuke Akutagawa

Traductora: Rumi Sato

Editorial: Nórdica Libros

Año: 1918 (JP); 2023 (ES)

Formato: impreso, ebook

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