El pasado 20 de enero el Colegio Japonés de Barcelona acogió una vez más la celebración del Año Nuevo nipón, como ya sucediera la pasada edición. Organizado por Barcelona Suiyokai -la Asociación de empresarios japoneses en Cataluña- y Casa Nippon Barcelona, contó con el inestimable apoyo del Consulado Japonés en Barcelona, representado, como es habitual, por el propio cónsul –Naohito Watanabe– y también por la flamante nueva Encargada de Asuntos Culturales, Yumi Akaeda, que recientemente ha tomado posesión del cargo.
Por Luis Caldeiro
Ni los elementos consiguieron deslucir la fiesta. Esta podría ser la radiografía de la celebración del Año Nuevo Japonés en Barcelona, que hubo de luchar con un día frío, desapacible y lluvioso, que sin embargo no logró disuadir al público de acercarse al Colegio Japonés de Barcelona para disfrutar del inicio del 2019, al estilo nipón. “Estoy muy contento y muy dichoso” -afirmó el cónsul Watanabe- “porque nuevamente la fiesta de Año Nuevo ha sido un éxito. Pese a la lluvia, han acudido 600 personas al Colegio Japonés para celebrarlo”. Y auguró que quienes hayan venido al evento y probado la pasta de arroz preparada en la ceremonia del Mochitsuki (la elaboración del tradicional pastel llamado mochi), “disfrutarán de buena fortuna en el año entrante”.
Los niños, protagonistas
Apenas pasaban las doce y media del mediodía, cuando dio comienzo el acto. Tras los discursos inaugurales del cónsul, el presidente de la Asociación de Empresarios japoneses en Cataluña y de la Agregada Cultural del consulado, un coro de niños apareció en el recinto. Se trataba de alumnos de primero a cuarto curso del Colegio Japonés, que interpretaron un emotivo concierto a base de antiguas canciones infantiles niponas. Un inicio pleno de ternura y nostalgia, que tuvo su contrapunto en el espectáculo siguiente, protagonizado por niños de quinto y sexto curso, que dieron un enérgico recital de tambores japoneses taiko. Estos tambores, semejantes en su forma a barriles (lo que prefiguraba lo que sería la ceremonia siguiente, la del kagawimari o apertura del barril de sake), fueron percutidos con un ritmo sincopado, electrizante, lleno de fuerza. Pero también con una enorme plasticidad, puesto que los golpes de tambor se ejecutaban con gestos ensayados y rotundos, lo que daba un gran sentido estético al espectáculo.
Sake y arroz
Tras esta primera parte, protagonizado por los alumnos del Colegio Japonés, la ceremonia de Año Nuevo se centró en dos tradiciones ancestrales, propias de esta época del año y fuertemente arraigadas a la tierra, pues tienen sus orígenes en la vida del campesino nipón. Primeramente pudimos contemplar el Kagawimari, o apertura del barril donde se ha preparado el sake que se consumirá en el nuevo año. Una tarea que fue realizada al unísono por el cónsul japonés, el director del colegio, el presidente de los empresarios nipones y el director de Casa Nippon Barcelona.
Tras abrir el barril, las personalidades que participaron en la operación brindaron con el sake extraído del recipiente. Y a continuación tuvo lugar el mochitsuki, la ceremonia en que se machaca una pasta de un arroz de tipo especial (el mochi-gome, mucho más pegajoso que los otros arroces) con la que más tarde se elaborará el tradicional pastel llamado mochi. Si bien éste se consume durante todo el año en formato salado, lo habitual es que se sirva como postre y es muy tradicional de la época de Año Nuevo. La razón es obvia: si uno quiere desear buena suerte y larga vida, el mochi es ideal, pues se estira, se alarga y no se corta. Señal inequívoca de larga vida.
Para los desinformados, diremos que el arroz se mantiene en remojo en agua durante toda la noche y luego se cuece al vapor. Una vez cocido, se deposita en una especie de gran cuenco o mortero de piedra (usu) y se golpea con un peculiar martillo de madera de grandes dimensiones (kine). El objetivo es que el arroz quede convertido en una masa blanda. En esta ceremonia participó también el cónsul, que no dudó en blandir el mazo, así como cualquier persona del público que quiso subir al escenario.
Ocio y gastronomía
Como ya es tradicional, la Fiesta se completó con diversos talleres, entre los que destacaron el de caligrafía japonesa y el de shogi, también conocido como “el ajedrez nipón”. En el taller de Caligrafía, los amantes de este arte pudieron disfrutar de la belleza del trazo y de la habilidad en su ejecución, pudiendo los visitantes españoles transcribir sus nombres a caracteres japoneses. Y cómo no, el cónsul no se privó, una vez más, de probar los pinceles y ejecutar diversos trazos sobre el papel.
Finalmente, en el taller de Shogi todo el que quisiera podía recibir unas instrucciones básicas para comenzar a disfrutar de este juego tradicional de estrategia y táctica, que se juega por parejas y que ya era practicado en su tiempo por los samuráis. El Shogi procede del chaturanga hindú, al que se considera el juego de mesa más antiguo que existe.
Pero una fiesta no está completa si no la acompaña la gastronomía. En este apartado, la oferta que ofreció la Fiesta de Año Nuevo fue variada y sustanciosa: se servía en dos lugares habilitados para ello -uno en el recinto interior del colegio y otro en una carpa situada en el exterior, a cargo del grupo de restauración Nomo, que dispone de varios locales en Barcelona-, mediante el sistema de compra previa de tickets, que luego se canjeaban por los platos deseados. El abanico de éstos era, como hemos dicho, variado, e iba desde la estrella de la fiesta, es decir, el mochi (tanto en su variante dulce como salada, pudiendo también degustarse con caldo) a la eterna estrella de la cocina japonesa (sushi), pasando por las empanadillas hervidas llamadas gyoza o los fideos salteados con verduras y carne.
Quien esto escribe degustó un maravilloso menú integrado, primeramente, por un reconstituyente caldo de miso con Ramen (precio: 4 euros), imprescindible para entrar en calor y protegerse de la fría temperatura ambiente. Le siguió un suculento burrito relleno de yakisoba (3 euros), al que siguió una pequeña bandeja de sushi (4 euros). Y para rematar, el postre protagonista de la jornada, un par de mochis (2 euros), de textura efectivamente gomosa y de sabor exótico y peculiar para el paladar español. Total: 13 euros. Un precio más que asequible teniendo en cuenta que la gastronomía nipona no es precisamente barata.
Yumi Akaeda, la nueva cara del consulado
Como novedad en la edición de este año cabe destacar la presencia de Yumi Akaeda, la sucesora de Kei Matsushima (quien tuvimos el honor de entrevistar) en el puesto de Encargado de Asuntos Culturales del Consulado Japonés de Barcelona. Recordemos que Matsushima trabaja hoy como subdirector de la Fundación Japón de Madrid.
Akaeda ejerció de maestra de ceremonias, anunciando las diversas actividades, cuidando los detalles y velando para que la organización del acto fuese correcta en todo momento. Y lo consiguió, puesto que no hubo diferencias apreciables entre la Fiesta de Año Nuevo del año pasado (con Matsushima como agregado cultural) y la del 2019: ambas han sido un éxito de público y de organización.
En un primer contacto, Yumi es una mujer joven que despliega simpatía y amabilidad. Con una gran sonrisa por bandera, la actual Encargada de Asuntos Culturales del Consulado Japonés en Barcelona concedió una breve entrevista a Aki Monogatari. Estas fueron sus palabras:
Aki: ¿Hace cuánto tiempo que ejerce de Agregada Cultural del Consulado?
Yumi Akaeda: Desde hace más o menos seis meses.
A.: ¿Está satisfecha de cómo se ha desarrollado la Fiesta de Año Nuevo del 2019?
Y.A.: Estoy muy contenta, la verdad. Es la primera vez que me toca hacer la presentación de este evento, que hemos organizado ya en veinticinco ocasiones. Y este año los niños han protagonizado actuaciones muy bonitas y también he podido observar que no solamente los japoneses, sino también los catalanes, han disfrutado del ambiente y de nuestra gastronomía. Y eso me ha llenado de satisfacción.
A.: ¿Es diferente o peculiar la celebración de este año con respecto a la del 2018? ¿Ha cambiado algo?
Y.A.: Sí, el contenido ha cambiado un poco, sobre todo los actos protagonizados por los niños. Esta vez, por ejemplo, los alumnos de quinto y sexto curso presentaron un espectáculo de tambores japoneses, tocando una pieza compuesta por ellos. Y los niños de primero a cuarto grado hicieron la presentación de un cuento tradicional japonés, pero a su modo, con la música y el ritmo que ellos mismos habían elegido. Y aunque basándose en la historia tradicional, lo han realizado de una manera muy moderna. Realmente me sorprendió ver sus actuaciones. Este aspecto es el que más ha cambiado respecto a la celebración del año pasado.
A.: ¿Cuál es el balance de estos seis meses en el puesto de Encargada Cultural del Consulado del Japón en Barcelona? ¿Cómo se siente?
Y.A.: Me siento muy agradecida de poder trabajar en Barcelona, difundiendo la cultura y la lengua japonesas. Me sorprende gratamente que la sociedad catalana y española tenga tanto interés en la cultura de mi país, lo cual me impulsa y me anima a organizar nuevos eventos para poder divulgarla. Quiero intentar tender un puente cultural y artístico entre nuestros dos pueblos, para fortalecer la relación entre ambos.
A.: Última pregunta: ¿Qué es lo que más le gusta de Barcelona?
Y.A.: Esboza una gran sonrisa) Barcelona es un puente que une muchas culturas, muchas gentes de diversos países, muchos idiomas… Entonces, a través de esa multiculturalidad nace una nueva atmósfera, que propicia la aparición de muchos artistas y nuevas corrientes de pensamiento. Y eso genera muchas alternativas. Es una ciudad con grandes posibilidades. Eso es lo que me encanta de ella.