Pensamiento japonés

Veinticuatro ojos: el legado de una vida de docencia

¿Quién no ha tenido un profesor o una maestra que dejaron una huella indeleble en su espíritu infantil o impactaron en la alocada juventud? Sakae Tsuboi da vida a esos sentimientos teñidos por la nostalgia del recuerdo, tan universales como únicos, en Veinticuatro ojos, una historia colmada de contrastes.

La autora

Sakae Tsuboi nació el 5 de agosto de 1899 en la isla de Shōdoshima (prefectura de Kagawa), la segunda más grande abocada al mar interior de Seto, ubicada entre la más extensa Shikoku, al sur, y la de Honshū, al norte. Era la quinta hija de un fabricante de barriles de salsa de soja. Pese a la fragilidad económica familiar, Sakae Tsuboi pudo completar estudios en la escuela primaria, antes de trabajar para correos y el ayuntamiento. En 1925 se traslada a Tokio, ciudad donde contraerá matrimonio con el escritor y poeta Shigeji Tsuboi, también natural de Shōdoshima y de tendencias izquierdistas, por cuyas ideas y militancia sería torturado y encarcelado.

La primera obra de Sakae Tsuboi, Daikon no Ha (Hojas de rábano), publicada en 1938, marcaría el comienzo de una prolífica carrera literaria, que se vería recompensada con la obtención de varios galardones. Entre sus obras más aclamadas se encuentra Veinticuatro ojos (1952), que gracias a Nocturna Ediciones podemos al fin leer en español. Tan solo dos años después de su publicación, la novela fue adaptada al cine por Keisuke Kinoshita e interpretada en su papel principal por Hideko Tadamine como la profesora Oishi. Posteriormente llegarían más adaptaciones, la última de las cuales, fechada en este mismo año de 2022, viene de la mano de Yasuhiro Yoshida.

En 1967, Sakae Tsuboi fue nombrada ciudadana honorífica de Uchinomi, prefectura de Kagawa, justo antes de sobrevenir su fallecimiento, a la edad de sesenta y siete años.

La obra

El relato de Veinticuatro ojos, que comienza en el año 1928, abarca más de dos décadas en la vida de los protagonistas, un grupo de alumnos de una remota aldea volcada hacia el mar interior de Seto (en la que adivinamos el medio rural que conoció Sakae Tsuboi en primera persona)  y su recién nombrada maestra, Hisako Oishi, quien, sin pretenderlo, montada en su bicicleta y ataviada a la occidental, revolucionará la pequeña localidad y la vida de sus habitantes, que tardarán en aceptar los aires de modernidad de la nueva profesora.

Tal vez a tu papá le parezca aburrido tener otra niña, pero las niñas son buenas. Aunque las mujeres no podamos servir al país, ¿quién dice que tú no puedas ser alguien importante dentro de diez años?

Superados finalmente los malentendidos y encontronazos iniciales, la maestra Osihi, con su dulce carácter y su bondad desinteresada, sabrá ganarse el corazón de sus pequeños alumnos y de los lugareños. Con saltos temporales y giros inesperados en la vida de los protagonistas, la narración avanza cronológicamente hasta la década de los años treinta, el horror del conflicto bélico mundial y la durísima posguerra. Durante este lapso, no todos saldrán bien parados, pues nadie es ajeno a las desgracias bélicas, a las hambrunas ni a las penurias de un país inmerso en la vorágine de la guerra y cuya población paga un precio incalculable por la supervivencia.

Se preguntaba qué pasaría si muchas personas, que se veían obligadas a renunciar al derecho de expresarse por no ser las únicas que sufrían, protestaran a coro. No, eso no era posible. Si simplemente ella se hubiera atrevido a hablar, habría terminado esposada, tal como había dicho aquel hombre desdentado.

La aparente amabilidad de la narración y la dulzura de la maestra Oishi, embebidas en las páginas de esta emotiva historia, ponen en resalte la inocencia de la infancia de los pequeños protagonistas, en un impactante contrapunto enfrentado a la crudeza de la vida rural de la época, en la que las penurias económicas, sociales y familiares marcan el día a día de los aldeanos y dejan una huella grabada a fuego, indeleble, en su memoria.

La gente había vivido y muerto mientras se pisoteaban los derechos humanos. Algunos habían abierto del todo los ojos por el estupor, mientras que otros los habían entrecerrado para ocultar las lágrimas que apenas podían contener. Día tras día, era como si algo los persiguiera. Lo peor era que se habían acostumbrado a vivir así. Se habían olvidado de pararse a reflexionar hasta el punto de que lo más hondo de sus corazones se hubo petrificado. Si hubieran intentado evitar que se endureciese, eso habría significado la muerte. Esa agitación parecía continuar incluso a estas alturas, cuando ya había terminado la lucha. Era habitual sentir que la guerra no había acabado.

Pese a los años transcurridos desde la primera publicación de Veinticuatro ojos, resultan muy destacables los mensajes de hondo calado e incluso de plena actualidad que Sakae Tsuboi lega en su obra, como son: la crucial relevancia que deberíamos dar a la educación (de acceso muy restringido a las mujeres en la época que refleja la novela y, en general, tan menoscabada hoy en día), la desventaja que representa en numerosas ocasiones ser mujer (situación mucho más acusada en la época en la que se enmarca la historia, sin duda, aunque todavía hoy, pese a los avances logrados, exista un innegable techo de cristal en el mundo laboral para las trabajadoras femeninas y, por tanto, un largo camino aún por delante, y no solo en el marco laboral, sino también en el plano social), la defensa del libre pensamiento y el total rechazo a la violencia y a la guerra. Sin duda, nos encontramos ante una obra atemporal que conmueve el espíritu e invita a una profunda reflexión: un alegato en contra de toda violencia, pero, sobre todo, un hermoso homenaje brindado a todos los docentes que se vuelcan en su vocación y van más allá de su labor como formadores.

 

 

 

Veinticuatro ojos

Autora: Sakae Tsuboi

Traductora: Rumi Sato

Editorial: Nocturna Ediciones

Año: 1952 (JP); 2022 (ES)

Formato: papel

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