Pese a que Mariko Koike (nacida en Tokio en 1952), tras finalizar sus estudios en Literatura por la Universidad de Seikei, inició su carrera literaria como ensayista y autora especializada en el género del misterio, en 1990 experimentó un cambio de estilo por el que, a la vez que dejó en un segundo plano algunos de los componentes clásicos de las novelas de misterio, incorporó otros elementos en torno al amor, lo que condujo a la gestación de un estilo propio en el que se reconocen reminiscencias de Murakami, Kawakami y Mishima. Su dilatada carrera se vería recompensada con la concesión de varios galardones literarios, como el Premio Naoki, el Shibata Renzaburo o el Yoshikawa Eiji de Literatura.
En Momoko y la gata, Koike cede el papel de narrador a Masayo, joven a través de cuyos ojos conoceremos unos sucesos acaecidos más de treinta años atrás y que marcarían su vida para siempre. El infortunio, no obstante, ya se presiente desde el mismo preámbulo que antecede al salto en el tiempo al pasado, si bien el acercamiento a los hechos se produce de manera muy sutil, más que a través de la enumeración de acciones o circunstancias, gracias a la aguda percepción del perfil de los protagonistas implicados y dejando en el aire la intuición de que algo importante, trascendental, queda en las sombras, solo permeable al presentimiento de que algo aterrador está por suceder.
Ahora que lo pienso, creo que, sin ser consciente, había entregado mi vida al tapiz de un destino inexorable tejido de antemano con una mezcla de buenos y malos augurios.
Así, Koike mesura con maestría la dosis justa de intriga y suspense para crear en Momoko y la gata una narración inquietante y perturbadora en la que destacaríamos como principal característica, como ya apuntábamos, uno de los rasgos definitorios de la autora: la profunda y nítida personalidad con que los protagonistas quedan radiografiados. Son ellos los que entretejen una trama en la que el suspense psicológico marca desde el principio el ritmo de la obra, en cuyo desarrollo pronto queda atrapado el lector, al percibir la tragedia que palpita candente entre sus páginas. En paralelo a la creciente tensión psicológica de la historia, Koike intercala pasajes descriptivos que no podemos sino calificar de sublimes, tanto por su delicadeza como por su grafismo fotográfico, y que sin esfuerzo trasladan al lector a los trigales de la infancia de la autora o permiten palpar la esponjosidad y blancura de Lala, la gata que se erige como piedra angular de esta historia y que precipitará de manera involuntaria su desenlace.
Pese a que algo, un estremecimiento aciago, se cernía con la fuerza de un ciclón, cada vez que recuerdo ese verano, la nostalgia hace que se me salten las lágrimas.
Lala, de un blanco níveo inmaculado, es la gata de Momoko, en quien la niña vuelca toda su atención y cariño desde la muerte de su madre. El vínculo forjado entre ambas es muy especial y queda acentuado por el peculiar carácter de la niña, que no se relaciona prácticamente con nadie más que con su padre, Gorô Kawakubo, que adora a su hija. Gorô, pintor de profesión, tomará como pupila a la narradora de esta historia, Masayo, una joven que, recién estrenada la veintena, se muda como aprendiz a casa del maestro, donde ejercerá también de tutora de la hija de este. Pronto, entre Masayo y Momoko se afianza una tierna relación, a la vez que la ingenua Masayo termina perdidamente enamorada de Gorô. Sin embargo, el de Masayo es un amor no correspondido, pues el maestro bebe los vientos por la bella Chinatsu, jovial, desenvuelta, sofisticada… diametralmente opuesta a Masayo. A partir de ese momento, el aparente sosiego de la convivencia se verá turbado por los celos, los sentimientos encontrados y las verdades ocultas, que comenzarán a salir a la luz en un nevado y gélido día invernal, en que los más oscuros deseos se desatan y comienzan a desvelar una realidad que golpea y sorprende con toda su crudeza. La tragedia está servida.
Momoko y la gata
Autor: Mariko Koike
Editorial: Lumen
Año: 1996 (JP), 2020 (ES)
Formato: Papel, digital
Una idea sobre “Momoko y la gata: la mirada felina del destino”