Ikkō-Ikki fue una de las agrupaciones sectarias más peculiares de la historia de Japón. Rebeldes hacia el mandato samurai, tuvieron bastante presencia en diversas regiones y batallaron con intensidad a los ejércitos más importantes del periodo Sengoku.
Los Ikkō-Ikki (一向一揆) fueron un gran grupo de fanáticos budistas, cuyo principal objetivo fue luchar contra el gobierno feudal que controlaba Japón y difundir la palabra del budismo Jōdo Shinshū. No fueron el único grupo rebelde en aquella época convulsa, pero sí que fueron uno de los más resistentes gracias a su inquebrantable fe, según indican algunos historiadores.
Alrededor del siglo XV, la doctrina del Jōdo Shinshū se encontraba en pequeñas comunidades religiosas a lo largo de la geografía japonesa. Este budismo, que se podría traducir por «Escuela de la Tierra Pura y Verdadera» o Budismo Shin, es una vertiente del Jōdo bukkyō chino y se considera la religión más característica de Japón. Varias de estas comunidades se unificaron creando la secta Ikkō-Ikki que, en una especie de «guerra santa», formaron filas para extender sus creencias.
El ejército estaba formado por gente de bajo y medio nivel en la pirámide feudal. Principalmente campesinos, pero también sacerdotes, monjes guerreros y nobles de bajo poder. Su habilidad de gestión militar y civil fue superior a lo que cabía esperar de un grupo de rebeldes. De esa forma consiguieron conquistar la provincia de Kaga en 1488 y mantenerla durante 100 años, en pleno auge de la guerra civil más fiera de la historia; se sabía que luchaban hasta la muerte porque sus convicciones eran profundas: «la muerte en la batalla te lleva al cielo, la cobardía te lleva al infierno»
Pero durante este periodo, los Ikkō-Ikki quisieron llegar mucho más lejos. En 1528 decidieron atacar la capital, Kioto. La sola mención de su nombre aterrorizaba al shogun, que se replegaba hacia atrás. El ataque a Kioto contó con el apoyo de los monjes guerreros sōhei, causando graves destrozos a muchos templos de Hokke-shū, otra vertiente del budismo, y amenazando a la población y seguridad de la ciudad.
Durante los siguientes 50 años el grupo de rebeldes creció en fuerza y número, causando muchos problemas a los daimyos de los alrededores. Y es entonces cuando llegaron Oda Nobunaga y Tokugawa Ieyasu (por aquel entonces aún llamado Matsudaira Motoyasu), dos de los más importantes unificadores de Japón. Y lo cierto es que los Ikkō-Ikki lo pusieron bastante difícil. Su organización y poder eran razonablemente fuertes como para plantarle cara en una guerra militar, pero también económica. Mediante la heroica resistencia rebelde en templos dentro del territorio conquistado por Nobunaga, así como la exigencia de impuestos para permitir el avance de sus tropas. «Yama yama, tani tani» dijo Nobunaga, es decir, «los combatiré en cada montaña y en cada valle».
Ieyasu batalló a los rebeldes en la batalla de Azukizaka consiguiendo la primera gran victoria en 1564. El conflicto se desató tras las exigencias de impuestos y las presiones que los Ikkō-Ikki ejercían sobre Ieyasu, que ocupaba frecuentemente sus tierras; además, los rebeldes solían causar el terror atacando a mercaderes y robando a la población donde gobernaban los Tokugawa. Harto de ellos, Ieyasu organizó un ataque brutal en el que él mismo participó en primera línea de batalla. La determinación del futuro shogun desalentó a buena parte de los integrantes de Ikkō-Ikki, pero aún siguieron fuertes. Su derrota llegaría a manos de Oda Nobunaga.
La estrategia inicial de Nobunaga fue luchar frontalmente contra los Ikkō-Ikki. Tras 11 años no consiguió vencerlos; el resultado fue desastroso. La resistencia rebelde nunca parecía caer, así que optó por la guerra de aislamiento. Venció a sus aliados y cortó sus principales vías de suministro. Después les tendió varios asedios, conocidos como los Asedios de Nagashima. El último y decisivo ocurrió en la fortaleza, a la que estuvo asediando y posteriormente rodeó de una kilométrica barricada de madera. Prendió fuego a la barricada, destruyendo la fortaleza y matando a más de 20.000 soldados y civiles que había en su interior. En este punto, la población rebelde recibió un duro impacto.
El último gran combate entre Ikkō-Ikki y Oda Nobunaga fue en 1580, cuando los rebeldes ya no tenían a nadie a quien pedir ayuda. Nobunaga, en cambio, negoció con un grupo de piratas para arrinconar a los Ikkō-Ikki en una de sus fortalezas, y realizando un nuevo asedio hasta que se quedaron sin munición ni víveres. A los rebeldes no les quedó más opción que rendirse, acabando así con su legado de fanatismo religioso.
En Shogun 2: Total War podemos tomar el control del clan Ikkō-Ikki para conquistar Japón.
Fuentes: bibliografía samurai de Stephen Turnbull
3 ideas sobre “Ikkō-Ikki, la secta que plantó cara a Oda Nobunaga”
Podríais especificar mejor la bibliografía, por fabor. He estado buscando información sobre los Ikko Ikki y apenas he encontrado nada. Muchad gracias.
Stephen Turnbull tiene muchos libros, pero probablemente te interese éste https://ospreypublishing.com/japanese-warrior-monks-ad-949-1603
Gracias por la respuesta. Realmente no es un autor que me guste mucho, pero aquí en occidente, a falta de poder acceder a las fuentes japonesas, no queda más remedio que recurrir a él para multitud de temas relacionados con la historia militar nipona….