No son pocos los que se lamentan de la gloria perdida de los jRPG. Los que en su día fueron una revolución en los videojuegos, trajeron historias complejas, sistemas de juego innovadores y personajes carismáticos… hoy en día parecen reliquias de un tiempo pasado.
Ya en tiempos de Super Nintendo los jRPG se convirtieron en un estandarte de calidad. Squaresoft, esa compañía japonesa que nos traía mundos exóticos, personajes molones y raros… y además nos hacía experimentar formas distintas de jugar, más cerebrales, menos acción y más estrategia. Jugar a Chrono Trigger era lo más parecido a meterse en una película de ciencia ficción.
Y Squaresoft no es la única. También están Enix, Level-5, ATLUS, Nintendo… cada una ha aportado cosas muy distintas a un género que, sin embargo, parece que se está estancando. El sistema por turnos ya sabe a añejo; su jugabilidad tiene unos patrones tan encorsetados que ha caído lentamente en la monotonía. Aún con ésas, hay todavía juegos como Ni No Kuni que han conseguido bastante éxito; aunque está claro que gran parte de la culpa es de la imagen de Studio Ghibli.
Las nuevas fórmulas de combate intentan renovar o reemplazar al clásico sistema por turnos, pero pocas veces consiguen algo. De la inmensa cantidad de jRPG que han salido los últimos años, ha habido algunos realmente brillantes, pero pocos han establecido un nuevo canon; aunque progresivamente el género se ha ido moviendo a las batallas en tiempo real. La serie Tales of o los Final Fantasy.
Pero al margen de las batallas, parece que falta algo que termine de hacer memorables a los jRPGs de las últimas dos generaciones. Les falta carisma, carácter; o al menos eso parece. Es difícil valorar objetivamente si los encumbrados Final Fantasy VII o Secret of Mana eran realmente tan buenos que no han sido alcanzados, o simplemente se limitaron a establecer un listón -lo que ya tiene mucho mérito- sin dejarse llevar por los efectos cegadores de la nostalgia.
Se habla muchas veces del argumento en los jRPG. La historia de salvar al mundo del mal recuperando «x» objetos mágicos ya está más vista que Los Simpson a la hora de comer. El protagonista salvando a su aldea de ser destruida al principio, también. Y ya ni hablemos de los personajes, casi siempre estereotipos con personalidad poca o ninguna. Últimamente, Square-Enix prefiere dedicar más recursos a diseñar los poros de la piel de sus personajes que a hacerlos interesantes.
No vayamos a hacer tampoco sangre gratuitamente. The World Ends With You, Persona o Dark Souls (entre algunos otros) han significado mucho más de lo que parece. Pero hoy en día es difícil que alguno de ellos levante tantas pasiones ante su lanzamiento como en su día lo hicieron los grandes del momento… el que más se ha acercado a eso ha sido Dark Souls o el más reciente Bloodborne, que sin embargo se alejan mucho del concepto de jRPG japonés como lo conocemos.
Pero tenía que llegar el momento del conflicto decisivo: el remake de Final Fantasy VII. La cantidad de especulaciones y teorías sobre el rumbo que va a llevar es ilimitada. ¿Mantendrá su esencia? ¿Se reformularán sus combates? De alguna manera, Final Fantasy VII remake es como si los Beatles resucitaran y fueran a sacar un nuevo disco. Los fans lo desean, pero probablemente porque están anclados a un recuerdo que es sólo eso, recuerdo. Y los recuerdos se glorifican inconscientemente.
La reflexión que tenéis a continuación enfoca con humor y acierto lo que supuso el título de Squaresoft y lo que puede suponer Square-Enix. Contempla el remake con una perspectiva inteligente y contrastada, un juego que ha dado mucho que hablar pero no tanto para escuchar.