Pensamiento japonés

Kimetsu no yaiba, la nueva generación del shônen

Por diversos motivos, llevábamos bastantes meses sin ver un solo anime, pero alegra el espíritu retomar tan saludable hábito con una serie como Kimetsu no yaiba, obra de Koyoharu Gotôbe, a la que llegué tras la recomendación de varios amigos. No pudo ser más acertado el consejo. Mucho tiempo hacía que no me emocionaba tanto una historia: personajes con carisma, una trama que te atrapa, concisa y que elude toda divagación, acompañada por un ritmo de acción que, lejos de decaer, progresa in crescendo, hasta dejarnos con la miel en la boca, con un final de su primera temporada que promete, y mucho, para el futuro cercano.

Concluida la emisión de la serie el pasado septiembre y tras el rotundo éxito alcanzado, poco queda por decir de un argumento ya por todos conocido: Tanjirô y Nezuko son los únicos supervivientes de su familia, masacrada por el más poderoso de los demonios, Muzan Kibutsuji, que se alzará como el enemigo a batir. Tanjirô, sin embargo, en vez de únicamente lamentarse por su pérdida, sacará valor de la desdicha con un único objetivo: devolver la humanidad a su hermana, convertida en demonio al recibir sangre de Kibutsuji tras el ataque. En su camino para encontrar la solución anhelada, Tanjirô se convertirá en un asesino de demonios y hallará en su odisea compañeros de viaje y peligros, como Zenitsu Agatsuma e Inosuke Hashibira, cada uno con una historia personal y cualidades particulares. Finalmente, Tanjirô conocerá a la élite de la sociedad cazademonios en la que logra integrarse tras unas durísimas pruebas: los nueve Pilares, antagonistas de las Doce Lunas, temibles demonios a las órdenes de Kibutsuji.

No faltan en esta historia, salpicada de toques de humor y situaciones hilarantes, las singulares cualidades sensoriales de los protagonistas, aunque estos no posean superpoderes, sino bien al contrario: todas sus habilidades habrán de ganarlas a base de esfuerzo, dolor y sacrificio. Destacable también la extraordinaria fuerza de voluntad de Nezuko, que se priva de comer carne humana para no perder, tras su transformación, la humanidad que le resta. Además, cabe recalcar la evolución de los protagonistas, reflejada en los logros que van alcanzando, de manera que sus fallos y carencia quedan suplidos por una voluntad de superación y persistencia de hierro, como inquebrantables también son los lazos de unión entre Tanjirô y Nezuko, motor indiscutible de los protagonistas y, podríamos afirmar sin equivocación, también de toda la serie.

Así, llegados a este punto, nos atreveríamos a lanzar una cuestión sobre este amor fraterno, puro y desinteresado, sobre el sacrificio de uno de los hermanos por el bien del otro: ¿a quién no le recuerda esta entrega a los lazos compartidos por los hermanos Elric? Sin que nada tenga que ver una historia con la otra, salvo un argumento plagado de retos a superar por los personajes principales, respaldados por unos protagonistas secundarios que no se limitan a ser meros figurantes, y acción bien dosificada que hacen inevitable una adicción obsesiva, es imposible evitar el recuerdo a la emblemática Fullmetal Alchemist.

Asimismo, otro de los puntos fuertes que nos gustaría resaltar de Kimetsu no yaiba es que no todo es blanco o negro, sino que, a pesar de la forzosa polaridad de los personajes enfrentados, estos se mueven en una gama de grises: como apuntábamos líneas arriba, los buenos distan de ser perfectos y tienen aspectos de su carácter a mejorar, mientras que los malos pueden llegar a conmover al espectador, pues tras su fachada perversa se ocultan historias desgarradoras que mueven a la compasión.

Si bien Kimetsu no yaiba arranca con una cadencia quizá excesivamente pausada y hacen falta, al menos, un par de capítulos para comenzar a apreciar la verdadera dimensión que tomará la historia, el éxito alcanzado por el shônen de Koyoharu Gotôbe está más que justificado. A la consistencia argumental y de personajes, habría que añadir la espectacularidad de la versión animada, producida por Ufotable, con un aparato técnico apabullante y unos asombrosos efectos visuales que dejan sin aliento. Una serie, pues, que emociona y engancha y que deja con ganas de más. Afortunadamente, no tendremos que esperar demasiado para la película que continúa el fin del vigésimo sexto capítulo que pone colofón final a la primera temporada de la serie, cuyo estreno está previsto para el próximo año 2020.

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