Hace un año, el 10 de noviembre de 2018, Daito Manabe, considerado el mejor artista digital de la actualidad, estrenó en Europa su última obra, Discrete Figures. Fue en el Auditorio de Cornellà de Llobregat -una ciudad del extrarradio barcelonés-, organizado por el Consulado General del Japón en Barcelona. Tras aquel estreno, el artista habla para Aki Monogatari.
Por Luis Caldeiro
Aquel 10 de noviembre fue una noche fría y ventosa en Cornellà de Llobregat, localidad del extrarradio de Barcelona. Pero su Auditorio vivió una jornada cálida. Ante un público entregado (que casi llenó el aforo), se presentó en Europa el espectáculo Discrete Figures, último montaje de Daito Manabe, considerado como el mejor artista digital de la actualidad. Poco antes de la subida del telón, apareció sobre el escenario el cónsul japonés en Barcelona, Naohito Watanabe, para presentar el evento. Su presencia no era casual: había sido el consulado nipón quien había organizado el espectáculo, en el marco de la conmemoración del establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y Japón, hace 150 años.
Tras un breve discurso de presentación, donde el cónsul deseó que la obra “produjera la reacción química en el espectador” que le permitiera gozar e identificarse con lo que iba a suceder en el escenario, comenzó el espectáculo.
El Show
Durante aproximadamente una hora, cinco bailarinas vestidas impecablemente de blanco -y dotadas de esa sutil y delicada belleza de la mujer japonesa-, evolucionaron sobre el escenario interactuando con luces e imágenes –producto de la más avanzada tecnología-, al ritmo de música electrónica. Todas ellas pertenecían al ballet Elevenplay (http://elevenplay.net), compañía de danza fundada y dirigida desde 2009 por la coreógrafa y directora de arte Mikiko (http://www.mikiko0811.net/). Tras caer el telón, quedó flotando en el ambiente una pregunta inquietante: “¿Es esto el futuro del arte?”. Porque, nos guste o no, y pese a los enormes avances de nuestra época, somos aún seres analógicos, acostumbrados a que sea el ser humano el centro y protagonista de los procesos artísticos. El sentimiento dominante entre el público era de fascinación a la vez que de perplejidad. Y mucha curiosidad, muchas preguntas agolpándose en la mente de los espectadores. Evidentemente, necesitábamos la explicación del propio autor para terminar de componer el puzzle y comprender de forma cabal aquello que acabábamos de presenciar.
El Autor
Personaje poliédrico, Manabe es a la vez -y no necesariamente en este orden- compositor, programador creativo, diseñador de interacción y DJ. Artista digital integral, en suma. Facetas tras las cuales se esconde una sólida formación, ya que es licenciado en Programación Sensorial Dinámica por la Academia Internacional de Medios de Comunicación y Ciencia, además de en Ciencias Exactas por la Universidad de la Ciencia de Tokyo. Algo que no le impide, por supuesto, ser admirador incondicional de músicos como Éric Satie o Verdi.
En 2006 crea en Tokyo, junto con otros cuatro socios, Rhizomatiks (https://rhizomatiks.com/), un estudio del que proceden la mayoría de sus montajes, de entre los cuales cabe destacar Phosphere, presentado en la edición del 2017 del Festival Sónar de Barcelona; 24 drones, proyectado en la Universidad de Navarra o espectáculos interactivos y digitales tan enormes como los de la clausura de los Juegos Olímpicos de Río 2016. También trabaja habitualmente con compañías de danza como la ya citada Elevenplay y ha llegado a colaborar con artistas como la islandesa Björk (a quien supervisó la producción de su espectáculo en directo Quicksand), los músicos japoneses Lang Lang o Ryuichi Sakamoto o el compositor y director de orquesta Andrea Battistoni (en la ópera Othello, de Verdi). Una carrera que ha dado como fruto todo un repertorio de galardones en festivales de creación digital, como el Prix Ars Electronica Interactive, tres veces el Premio de Excelencia en el Japan Media Festival, aparte de varios leones en el Festival de Cannes. Para el montaje de Discrete Figures, Manabe contó también con el artista y programador Kyle McDonald (http://kylemcdonald.net) y el ingeniero y artista Motoi Ishibashi, codirector de Rhizomatiks Research.
La Entrevista
Aki Monogatari: Empecemos por una pregunta tópica: ¿Qué le parece España?
Daito Manabe: Es el país del mundo que más me gusta. Y no sólo me cautiva Barcelona, sino también Madrid, Cádiz, Málaga, Granada…
A.M.: ¿Cómo definiría Discrete Figures? ¿Este montaje tiene alguna característica especial que se diferencie de los anteriores?
D.M.: Hasta ahora, partía de la luz y de la música para que luego un coreógrafo diseñara la danza. Pero esta vez he partido de la inteligencia artificial y de las reglas matemáticas. Para el coreógrafo ha sido todo un reto, una propuesta difícil.
A.M.: Sus obras son una interacción entre el ser humano y la tecnología. ¿Se atrevería a decir si uno tiene más importancia que el otro?
D.M.: Yo realmente provengo del campo de las matemáticas, que es la disciplina que he estudiado. Por tanto, mi interés se dirige sobre todo hacia esta parcela del conocimiento.
A.M.: ¿Puede llegar un momento en que la tecnología sea tan importante en su obra que directamente prescinda del elemento humano?
D.M.: De hecho, cada vez que creo una obra, se da esto que usted menciona: parto de una demo donde el factor humano es cero. Luego, el o la coreógrafa ve esa demo y en base a ella crea el baile. Por tanto, la parte artística que aporta el coreógrafo tiene mucha importancia.
A.M.: Después de Discrete Figures y habiendo llegado su carrera al punto en el que se encuentra, ¿se plantea nuevos límites? ¿Cuál es el siguiente límite a alcanzar?
D.M.: Depende de si me pregunta por un montaje que se define como una obra de baile, como es el caso de Discrete Figures, o no.
A.M.: Al hablar de “límites” pensaba sobre todo en el uso de la tecnología.
D.M.: Que el uso de tecnología que quiera emplear acabe siendo una obra (o no) es un asunto difícil. Algo muy interesante sería colocar un dispositivo electrónico en el cerebro de un ser humano y mediante este dispositivo hacerle mover el cuerpo. ¿Eso sería interesante, no?
A.M.: Me deja usted pasmado.
D.M.: En todo caso, esto acaba siendo una obra de arte por la que el público paga en taquilla si hay un concepto o una historia detrás. Siempre hace falta este componente para que haya obra de arte. He de confesar que tecnologías que podrían ser interesantes pero que no encuentran ese concepto o historia que las conviertan o cristalicen en obra artística tengo un montón.
A.M.: ¿Considera que, hoy por hoy, el arte que realiza es un tanto elitista? ¿Piensa que algún día trascenderá al gran público, se popularizará?
D.M.: No pienso que mi obra sea elitista.
A.M.: ¿Piensa que su trabajo está al alcance del gran público?
D.M.: Considero que mi obra es bastante popular, porque temas como la Inteligencia Artificial podrían estar relacionados con la mayoría de los seres humanos. Y aunque podría considerarse que mi obra pertenece a lo que se conoce como high-context culture (*), pienso que mis montajes pueden ser entendidos con solo verlos.
A.M.: En un país como Japón, donde la tradición es tan importante, ¿qué sensación tiene al cultivar algo tan innovador?
D.M.: La verdad es que el mundo tradicional es mucho más especial. Por ejemplo, en su día traté de realizar una obra conjuntamente con una famosa artista japonesa tradicional. Se trataba de combinar una tecnología nueva con arte tradicional, y puedo decir que este tipo de arte es realmente, realmente high-context. Hay que estudiarlo muy bien para poder llegarlo a entender. Y hoy en día los jóvenes japoneses, en comparación con el público europeo, tienen menos interés en el arte tradicional. Es mi impresión. El público nipón tiende a decantarse por lo más fácil o sencillo de entender, por lo cual el arte tradicional está más protegido en Japón actualmente. En cambio, en Europa observo más una actitud de indagar o bucear en aquello que se desconoce, en profundizar. Y por ello siento envidia de Europa.
(*) High-Context culture: Término acuñado por el antropólogo Edward T. Hall en su libro “Más allá de la cultura” (“Beyond Culture”, 1976) para definir aquellas culturas en las que las reglas de comunicación se transmiten principalmente a través del uso de elementos contextuales (lenguaje corporal, estatus de la persona, tono de la voz) y no explícitamente. Por contraposición, en las Low-Context cultures la información se transmite a través de un lenguaje y unas reglas explícitos.
*Luis Caldeiro (luis.caldeiro@periodistes.org) es periodista y dibujante. Es colaborador habitual del semanario político El Triangle y redactor desde hace dos décadas de la revista La Veu del Carrer, perteneciente la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB). También ha colaborado con el diario catalán AVUI y con las revistas digitales SumaSalut, de la Mutua L’Aliança y esadealumni.net (red de antiguos alumnos de ESADE).