Pensamiento japonés

Japón, el archipiélago de las estaciones, o la esencia del país más indescifrable del mundo

«Agopeo», fotografía de Loscar Numael.

Como su propio título deja traslucir, Japón, el archipiélago de las estaciones nos acerca a través de los ojos de su autor, José Antonio de Ory, diplomático español que residió en Japón durante varios años, a un país enigmático y atrayente, misterioso y singular, siempre difícil de comprender para la mentalidad occidental, pero al que nos resulta imposible resistirnos y que nos atrapa en sus contradicciones y contrastes.

El autor

José Antonio de Ory nació en Madrid en 1965 y, tras cursar Derecho, completó su formación en la Escuela Diplomática y otros centros educativos de prestigio internacional, como la Universidad de Columbia, en Nueva York. Además de su labor como escritor y como docente en la Universidad de los Andes, en Bogotá, su Carrera Diplomática lo ha conducido a multitud de destinos, entre los que destacan Bogotá (Colombia), Nueva Delhi (India), Nueva York (Estados Unidos) o Tokio (Japón). Asimismo, los cargos desempeñados a menudo han estado muy vinculados a la cultura, ya sea en el Ministerio de Cultura o Casa América, o relacionados con los derechos humanos, bien como consejero en la Misión ante las Naciones Unidas en Nueva York, como director de la Oficina de Derechos Humanos, como delegado permanente adjunto en la Unesco o bien como embajador en Misión Especial para Misiones y Operaciones de Paz y Seguridad Inclusiva. Actualmente, desempeña el cargo de embajador de España en Islamabad (Pakistán).

La obra

Posiblemente no exista nadie sobre la faz de la Tierra que, una vez en contacto con el País del Sol Naciente, no se sienta seducido, fascinado, embriagado, diríamos, por la singularidad que representan Japón y su cultura, diferentes a todo lo que uno pudiera esperar, chocantes, aferrados a las tradiciones y, al mismo tiempo, inmersos en una hipermodernidad que se adelanta al futuro. José Antonio de Ory, en su Japón, el archipiélago de las estaciones, nos abre las puertas a este inconmensurable país, desgranando en sus páginas vivencias, impresiones, retazos de historia, hallazgos inesperados y, cómo no, anécdotas personales, en ocasiones consecuencia de los inevitables choques culturales que han dado de sí sus cuatro años de estancia como diplomático en Tokio y que lo han llevado de la perplejidad inicial a un conocimiento profundo del país anfitrión.

Japón es un planeta aparte, un país que ha vivido, y sigue haciéndolo, con mentalidad a-isla-da.

De Ory estructura su agudísima radiografía de Japón en un total de ocho capítulos sobre cuestiones capitales que nos brindan la oportunidad de comprender mejor a esta compleja sociedad que se ha demostrado incapaz de renunciar su japonesidad, en expresión del autor, quien se aventura no solo a resaltar lo positivo del pueblo nipón, sino también sus puntos más sombríos. Entre ellos, cabría citar: la actitud presentada frente a la inmigración y, en general, frente a todo el que no se ajusta a la norma de la ortodoxia, las interminables jornadas laborales del mundo corporativo, la deshumanización de la sociedad que, en ocasiones, desemboca en suicidio, los hikikomori o la espinosa posición de la mujer, abocada a renunciar casi irremediablemente a una vida familiar si pretende preservar su carrera profesional, limitada siempre por un aplastante techo de cristal en las altas jerarquías empresariales. Podrá aducirse, sin duda, que el mismo problema puede encontrarse en otros países considerados avanzados, pero resulta especialmente llamativo en Japón, donde, como norma, se espera de la mujer que sea de manera preferente buena madre y abnegada esposa, aun a coste de sacrificar una vida profesional realizada y de éxito. Cuestión aparte queda la cosificación de la mujer como objeto sexual bajo múltiples figuras que rozan la ilegalidad, pese a estar prohibida la prostitución.

Cuatro rasgos me parece que enmarcan las relaciones sociales entre los japoneses: respeto a los demás, respeto a las normas, previsión y literalidad.

Con todo, si bien pudiera parecer lo contrario por los comentarios previos, en el ensayo que nos ocupa abundan más los aspectos de análisis positivos que los negativos y múltiples son los puntos de vista desde los que el autor enfoca su prisma de escrutinio, que ora se posa sobre la sociedad y la economía —como el funcionamiento de las empresas e instituciones, con unos procedimientos totalmente dispares a los occidentales, o el conocido perfil del salaryman—, ora sobre aspectos arquitectónicos, urbanos, territoriales o puramente estéticos, con especial atención a esa particular preferencia japonesa por la simplicidad, por lo imperfecto, por lo asimétrico, cualidades que precisan de un gusto refinado que hay que cultivar antes de saber apreciarlos en toda su dimensión.

Veo un símbolo de la manera japonesa de afrontar la vida en estas artes tradicionales que se mantienen fieles a la tradición y apenas evolucionan de generación en generación. Al japonés le preocupa más preservar su forma de vida que innovar y evolucionar; y ha conseguido, como sus artesanos, alcanzar la sublimación en el mantenimiento de su propia tradición.

Resultaría difícil escoger uno solo de los capítulos o temáticas contenidos en Japón, el archipiélago de las estaciones, pues muchas son las cuestiones abordadas en esta profunda expedición al corazón de Japón. Quizá lo más seductor sería dejarse llevar de la mano del autor por los rincones secretos de Tokio, esa urbe infinita que guarda donde el caminante menos espera un inusitado lugar que deja una marca indeleble en el espíritu. La música, en especial el jazz, es protagonista indiscutible en esta obra de De Ory, como también lo son la literatura y el cine —omnipresentes Kawabata y Ozu, entre otros grandes nombres universales e inmortales—.

«Hygge», fotografía de Loscar Numael.

Quizá los pasajes más líricos resulten, al gusto de quien escribe, dos en particular: por una parte, los apartados dedicados a la ceremonia del té, que, con sus rústicos chawan y sus estrictos protocolos, como un rito ancestral y solo accesible a los iniciados, invita a la introspección y al recogimiento; por otra, el capítulo que cierra la obra, con el sugerente título de «Las estaciones y el tránsito de la vida», que, tomando como guía la más excelsa poesía, nos transporta por las setenta y dos estaciones que componen el año nipón, con sus respectivas flores y plantas, con sus animales y elementos, fundidos en una sutil percepción del paso del tiempo que hace honor al evocador título de esta excepcional obra que, con erudición, contribuye a acercarnos un poco más a la particularidad del pueblo japonés.

 

 

 

 

Japón, el archipiélago de las estaciones

Autor: José Antonio de Ory

Editorial: La Línea del Horizonte

Año: 2023

Formato: Impreso

 

 

 

 

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