Cierto día me encontraba hablando con un amigo japonés sobre la literatura de su país. Cuando le señalé, con cierto orgullo, que cada vez es más fácil encontrar las obras de Sōseki, Kawabata o Rampo traducidas al castellano y que, por tanto, resulta igual de sencillo leerlas que cualquier otro autor español o anglosajón, el señor exclamó con entusiasmo «¿de verdad? incluso para los japoneses resulta difícil y poco habitual leer esas obras». No era la primera vez que me indicaba este señor, bastante docto en temas literarios, mi excepcional mérito por leer y comprender los escritos de los grandes hombres de letras japoneses.
No es tal mi mérito, desde luego. El por qué de su reacción, de entrada, me pareció que tenía que ver con el idioma. El japonés es complicado incluso para sus nativos debido, entre otras cosas, a la escritura en idiogramas o kanji, en particular por la evolución y las tendencias de uso cambiantes de la misma conforme pasan las décadas. Más tarde entendí, gracias a títulos como ‘Más allá del equinoccio de primavera’ que también tiene que ver con la propia concepción de la literatura nipona de hace un siglo.
La última novela de Natsume Sōseki publicada por la editorial Impedimenta es, posiblemente, la obra más irregular en su estructura y tono que he tenido el placer de leer de dicho autor. Esta característica está presente en otros de sus tomos, siendo quizá el más ilustrativo ‘Kokoro‘ la cual se permite el lujo de dedicar un tercio de la narrativa a transmitir una carta que Sensei envía al protagonista, suspendiendo la acción de manera definitiva hasta el final del libro. ‘Más allá del equinoccio de primavera’ sufre de síntomas aún más acusados de irregularidad y narración forzosa. Este cambio de ritmo literario no es un mero capricho del autor, sino una consecuencia de la publicación editorial típica de principios del siglo XX japonés, la cual se realizaba por entregas. Y, como bien se disculpa el propio autor en la introducción de la novela, durante la serialización de la misma tuvo que sufrir un parón debido a sus acuciantes problemas de salud.
Sōseki en efecto fue un hombre enfermizo, uno de los pocos que impartió clases de literatura, y de los poquísimos que tuvo el complicado lujo de poder viajar a Londres como personaje ilustrado de su país. Este cóctel de condicionantes es, al mismo tiempo, bendición y calamidad en su extraordinaria obra. La sensación de angustia, soledad e incomprensión que transmiten los personajes de Sōseki son un reflejo de sí mismo.
La obra comienza con Keitaro, a priori, el protagonista de la obra, un personaje relativamente pasivo quien acaba de terminar sus estudios universitarios y busca un empleo por imperativo social. De igual manera a lo que ocurriese con el protagonista de ‘El minero‘, las 300 páginas de ‘Más allá del equinoccio de primavera’ son un viaje a la la madurez personal a través de un conjunto de intrahistorias de los personajes secundarios quienes abren su alma a este joven.
Es fácil señalar que el autor no tenía muy claro el desarrollo del argumento en los primeros compases, y esa es la razón por la cual el foco de la trama se va moviendo progresivamente de Keitaro hacia su amigo Sunaga, que se encuentra en una encrucijada familiar de complejidad incalculable, en la que se mezclan la inseguridad, los celos y una falta de serenidad interior posiblemente causada por la depresión. Todo ello estrangulado, como de costumbre, por la estricta norma social japonesa.
Así es como, durante más de la mitad de la historia, parece que nos encontremos ante una historia extraña que va dando tientos en la oscuridad, preparando el terreno para abrirnos el corazón de Sunaga, momento en el cual aparece aquel Sōseki magistral, que indaga en la naturaleza humana, explora sus miedos y sus pasiones con una narrativa incomparable, intimista y cercana que lo hacen excepcional.
‘Más allá del equinoccio de primavera’ es irregular por causas ajenas a la voluntad del autor, y aún con ello, despliega un relato excelente, profundo y donde el lector puede verse reflejado con un personaje propio del final de la era Meiji: un logro literario mayúsculo y fascinante de vivir.
Autor: Natsume Sōseki
Traducción: Yoko Ogihara, Fernando Cordobés
Editorial: Impedimenta
Año: 1912 (JP), 2018 (ES)