Japón es un lugar de contrastes y extremos, en ocasiones difíciles de entender para un occidental. Esta característica alcanza temas de lo más diverso, incluyendo por supuesto el sexo: los japoneses son los mejores para explotar fetichismos y gustos sexuales exagerados. No en vano una de las obras más célebres del grabado japonés o ukiyoe representa a una mujer recibiendo placer por un pulpo en el titulado ‘El sueño de la esposa del pescador’ de Katsushika Hokusai, es la más conocida, pero hubo muchas más obras eróticas desde que en el periodo Edo (1608 – 1868) se popularizase este tipo de arte pictórico denominado shunga.
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Es verdad que los shunga no eran precisamente dibujos aprobados por el shogunato -pese a que su consumo estaba extendido-, pues eran lo más parecido a pornografía que los japoneses conocían. Varios siglos después, en pleno siglo XXI, la pornografía es una industria gigantesca que mueve miles de millones de usuarios en Internet. En Japón no es una excepción, y de hecho el consumo de material pornográfico está bastante normalizado, pues podemos encontrar muchos locales y tiendas con áreas exclusivas para revistas y películas de contenido erótico o pornográfico. Sin embargo, todas ellas tienen algo en común: los genitales están censurados.
La ley que regula esta peculiar restricción en la pornografía japonesa se encuentra en el artículo 175 del código penal, que clasifica como ilegal la distribución de «material indecente». La legislación siempre es un terreno pantanoso y las interpretaciones son múltiples, pues la única manera que han encontrado los nipones de comercializar pornografía de manera legal es, en efecto, pixelar las partes nobles. Hay que tener en cuenta que el adjetivo «indecente» es tan ambiguo como efectivo, pues no solo la pornografía sino también el manga erótico o hentai, el cual incluye los píxeles respectivos.
Las raíces de la mentalidad japonesa explican en gran medida la manera de entender el erotismo y el desnudo. Japón es mucho más abierto al desnudo debido a ciertas costumbres como el hábito de compartir baño con otros familiares en casa o clientes en unos baños termales. Del mismo modo, encontrar el pecho de la mujer como un elemento erótico es una tendencia más reciente, pues en el shunga no era habitual presentarlos como parte de la escena. Sin embargo, cuando el rol de la mujer adquirió el significado sexual que provino de occidente, todo esto empezó a cambiar.
La censura de este material no se impuso con seriedad hasta que no se afianzó esta mentalidad de «imitar a occidente» que caracterizó al periodo Meiji (1868 – 1912) y, junto a la fotografía y después el vídeo, empezó a ser posible distribuir contenido pornográfico como el de hoy en día. Aunque hay maneras de encontrar pornografía japonesa sin censurar, la mayoría sí está censurada, puesto que ha habido multas importantes a algunos productores que se han saltado la ley durante los últimos años, y -por suerte para la industria- el sexo es un reclamo que no parece tener fin.
3 ideas sobre “Por qué la pornografía japonesa está pixelada”
Parece que a los japos no les importa mucho la censura o ya se han acostumbrado a ella
Me jode que lo pixeleen
Jajajaj que locura ponen a un puto pulpo intimando con una mujer, pero por otro lado llaman indecente el mostrar los genitales. Este tipo de contradicciones en nuestra realidad siempre me reafirman lo torcido que esta todo