Pokémon Go ha sido una revolución. Casi equiparable al bombazo que supuso la Game Boy o a la innovación que trajo Wii, el nuevo juego móvil de Nintendo ya es el que más dinero genera del mercado de dispositivos móviles. Ahora bien, éste no es el único motivo sorprendente del lanzamiento; lo es también su propia naturaleza. Siguiendo una filosofía totalmente opuesta a la que Iwata había marcado antes de su fallecimiento, Pokémon Go está catapultando los beneficios de la compañía de Kyoto.
Todo el mundo sabe que Iwata nunca miró con buenos ojos el mercado de videojuegos móvil. En 2011, cuando empezaba a despegar el fenómeno, el por aquel entonces presidente de Nintendo reconoció a Apple como competencia directa. Iwata fue preguntado por el acercamiento de Nintendo a la escena de los móviles, a lo que respondió que ni se lo planteaba: «Nintendo dejaría de ser Nintendo».
Estas palabras seguían una filosofía muy clara: la compañía siempre ha sido una first-party, es decir, ha vendido sus videojuegos en sus propias plataformas, marcando una seña de identidad que -sin ninguna duda- ha cosechado una legión de seguidores muy fiel. En aquel entonces, de hecho, a Nintendo le iba bastante bien con Wii y Nintendo DS, aunque el éxito estaba empezando a decaer.
El mercado móvil no ha dejado de crecer, y con él fue evolucionando la percepción de Iwata sobre el mismo. Haciendo alusión a los videojuegos móviles, señaló «creo que finalizó la era en la que la gente juega a todo tipo de juegos sólo en los sistemas específicos para ello», tras lo que en Nintendo empezaron a maquinar una estrategia para hacer frente a esta nueva ola de jugadores, ávidos de juegos casuales y de partidas rápidas. Sin embargo, Iwata no terminaba de gestionar una estrategia sólida para afrontar este problema.
Las críticas de los inversores no tardaron en llegar. El dinero es lo que mueve la industria, al fin y al cabo, y la mentalidad conservadora del expresidente de Nintendo fue siendo algo más tolerante, cuando en 2015 Nintendo empezó a invertir en el mercado móvil de manera decisiva. Iwata nunca terminó de ver con buenos ojos el negocio de este tipo de videojuegos «free to play» que incluyen micropagos, que en su opinión suponían una amenaza para la calidad de los juegos y adulteraban la experiencia de juego.
Los argumentos de Iwata son razonables, pero no cabe duda de que hay cierta obstinación japonesa en la actitud de Iwata, la de un hombre de principios que ha levantado con esfuerzo y creatividad una empresa líder en el mundo. Las máximas concesiones que dio a esta manera de jugar fue el efecto promocional que tienen sobre algunos juegos -tal y como demostró Fallout Shelter justo antes de la salida de Fallout 4- pero quedando lejos de una opción fiable a largo plazo. Tuviese razón o no, tan sólo un mes tras su fallecimiento, en agosto de 2015, Pokémon Shuffle salió en iOS y Android. Con una mecánica similar a Candy Crush, este juego de puzzles fue concebido para Nintendo 3DS y después adaptado a los móviles, cosechando muy buenos resultados.
A día de hoy Pokémon Go ha conseguido que las acciones de Nintendo dupliquen su valor, un crecimiento bestial para una aplicación poco novedosa, bastante limitada, pero que ha sabido aprovechar el tirón del nombre Pokémon. Pokémon Go incluye los micropagos que disgustaban a Iwata, pero al mismo tiempo ha conseguido movilizar a una cantidad ingente de jugadores que han salido a la calle a capturar Pokémon, a antiguos jugadores de los juegos originales que habían perdido el interés, e incluso a nuevos jugadores que jamás lo habían experimentado.
Está claro que a corto plazo ha sido un éxito, pero ¿valdrá la pena? Nintendo ya no es lo que era, pero el mercado en el que se encuentra, tampoco. El tiempo puede dar la razón a Iwata, puede quitársela, pero también puede ocurrir una tercera opción: que Nintendo se transforme en una compañía completamente distinta a la que Satoru Iwata, su alma durante más de tres lustros, había criado.