Publicada sólo siete años antes de su fallecimiento (1965), puede considerarse una de las obras más memorables y maduras de Kawabata. Ambientada alternativamente en Kamakura y Kioto, ‘Lo bello y lo triste’ representa un frío relato sobre emociones intensas entre dos personajes cuyos destinos están unidos de una manera deliciosamente dramática.
La historia se centra en Oki, un escritor de 50 años con su familia asentada en una pequeña aldea de Kamakura. Oki puede dar una vida cómoda a su familia gracias principalmente a la novela que le llevó a la fama como autor, ‘La chica de dieciséis’, cuya publicación no hubiese sido posible sin la inestimable ayuda de su esposa.
Cierto día, Oki decide ir a visitar a su amante de la juventud, Otoko. Mientras está en el tren, recuerda cómo hace 15 años tuvo una aventura con una niña que hasta entonces sólo tenía dieciséis… exactamente la historia que le inspiró para escribir su afamada novela. El escritor divaga sobre cómo será la vida de Otoko en la actualidad. ¿Se acordará de él? ¿Lo seguirá amando? Ella aceptó su invitación para celebrar el fin de año en Kyoto.
Otoko, por su parte, perdió el contacto con Oki tras la publicación de ‘La chica de dieciséis’. Ha estado intentando reconstruir su vida desde entonces como artista pictórica junto con su alumna Keiko. Es ya toda una mujer que, sin embargo, parece estar imbuida por una obsesión existencial permanente. Para Otoko todo lo que tiene es imperfecto. Se agarra a su pasado como a un clavo ardiendo, idealizando todo aquello que le hizo ser como es, ansiosa por crear su propia identidad a través de sus recuerdos.
Al contemplar el cuadro, Oki pensó en el viejo ciruelo de su jardín. Siempre había aceptado la opinión del jardinero de que se trataba de un capricho de la naturaleza, sin molestarse en comprobar la erudición del hombre en materia de botánica. El ciruelo tenía flores rojas y blancas que en algunas ramas se alternaban. Pero no todas las ramas exhibían flores blancas y rojas: algunas sólo tenían blancas, otras sólo rojas. empero, la mayoría de las ramas menores presentaba la caprichosa combinación de rojo y blanco, aunque no todos los años apareciera esa mezcla de colores en las mismas ramas. Oki era un enamorado de aquel viejo ciruelo. En aquel momento, los capullos apenas comenzaban a abrirse.
Era evidente que Keiko había simbolizado el extraño ciruelo en una única flor. Sin duda Otoko se lo había mencionado. él y Fumiko ya vivían en esa casa cuando Oki conoció a Otoko y, auque ella nunca la había visitado, él debió de hablarle sobre el curioso árbol. Y seguramente ella lo había recordado y comentado con su discípula.
¿Le habría confesado también su antiguo amor?
‘Lo bello y lo triste’ es una novela que se disfruta en cada página, y que tiene un metatexto al girar en torno a otra novela protagonizada por los mismos personajes. La novela dentro de la novela es la vía que materializa el egoísmo y el vacío moral de sus dos protagonistas, el escritor y la amante de la que se escribe. La inferioridad que sienten ambos personajes, diminutos al lado de sus alter-ego de la novela de Oki, les conduce a tener una relación muy tormentosa.
El estilo de Kawabata alcanza aquí un nivel inconfundible. La frialidad, la imparcialidad con la que se relata la historia, repleta de dramatismo y sensibilidad, empuja al lector a decidir en cada línea dónde está el límite de la moralidad de los personajes. Es como resolver un puzle entre el pasado y el presente, dibujando lo dolorosas que pueden ser las relaciones entre las personas. La capacidad de la narración para crear momentos de tensión, para contar el sufrimiento profundo pero estéril, es sin duda excepcional. De fondo, los paisajes del Japón de la era Showa, repletos de elementos tradicionales, dotan a la novela de un lirismo particular, en donde que el amor y la obsesión se confunden.