La esclavitud detrás del manga que consumimos

Si conoces Bakuman habrás visto de primera mano cómo funciona el sistema editorial del manga en Japón a través de las experiencias de los propios mangakas. Es irónico que dos de los creadores de manga más conocidos del mundo, creadores de Death Note ni más ni menos, pongan de manifiesto la dureza de dedicarse a este trabajo de manera tan ilustrativa. Y nunca mejor dicho. Dicho esto, ¿son los mangakas esclavos?

¿Esclavitud?

Es posible que hayas entrado en este artículo pensando más bien en las fábricas textiles de países como India, en las que se trabajan largas jornadas por un sueldo mísero en un país subdesarrollado que no tiene más opciones laborales. Esta es una imagen con evidentes diferencias a la de un mangaka que se dedica a un trabajo que él mismo ha elegido, en un país superdesarrollado y con un sueldo que en teoría le permite vivir.

Sin embargo, no debemos de medir (ni definir) la esclavitud de un trabajo mediante una comparación sesgada. Hay que considerar que la persona que se dedica a un determinado oficio debe de tener unas condiciones razonables por el mero hecho de ser un trabajador, una persona que está invirtiendo tiempo de su vida y esfuerzo en producir algo de valor para ganarse la vida. Cuando el trabajador no tiene unas condiciones aceptables, el contrato laboral o bien es injusto, o bien está alejado de la realidad del mercado.

Creador de One Piece

Según un medio japonés, de 5300 tomos publicados en 2009 en Japón, la media del sueldo ronda los ¥2.8 millones (alrededor de $35.000). Esta cifra podríamos esperarla más baja para la mayoría de mangakas, teniendo en cuenta que el promedio se desequilibra enormemente hacia los autores de éxito. Por ejemplo, el autor de One Piece, Eiichirô Oda, gana la friolera de ¥13.000 millones ($15 millones). En otras palabras: si no creas uno de los mangas más vendidos, tu sueldo va a ser mediocre.

Los endiablados plazos de entrega

Bakuman es una crítica bastante fuerte a la industria del manga, como decíamos. En ella conocemos a varios mangakas jóvenes que se introducen en la Shonen Jump, la revista que publica series como Naruto u One Piece, y conocen de primera mano lo difícil que es tener éxito en su pasión. Entre otras cosas, porque para poder seguir el ritmo de publicaciones de la editorial, la cantidad de tarea cada día les hace trabajar sin descanso. Esto es una consecuencia de los plazos tan ajustados que se imponen en la industria, que tiene lanzamientos semanales en muchos casos.

Hace años que circula por Internet el horario de un mangaka anónimo. En él podemos ver cómo están planificados todas y cada una de las horas de la semana, dejando sólo tres horas el sábado para descansar. La veracidad de este horario no está confirmada, pero apunta acercarse a la realidad.

Horario de un mangaka anónimo

El duro oficio de ser asistente

Es importante señalar que cada página del manga no está dibujada exclusivamente por el autor, sino que cuenta con un equipo de asistentes que le ayudan a realizar tareas a menudo más secundarias como detallar los fondos, entintar o dibujar a personajes secundarios. Este método de trabajo permite que puedan salir capítulos semanales, publicados en las revistas que recopilan varias series en un mismo tomo.

Jamie Lynn Lano, asistente en Prince of Tennis

Según la experiencia compartida por una asistente de manga, Jamie Lynn, que trabajó dos años en Tokio, ser mangaka puede ser muy estresante y el sueldo recibido a cambio, muy poco gratificante. Indica que, si se gana 10.000 yen por página (poco más de 80 euros), resulta realmente complicado contratar a un asistente y sobrevivir en el intento, con lo cual el sueldo de este asistente tiende a ser muy escaso. Estas condiciones varían mucho dependiendo del éxito de tu serie, por supuesto.

El mangaka para el que trabajaba, Konomi Takeshi -creador de The Prince of Tennis-, era más bien una excepción debido su alto éxito, con una serie que estuvo en marcha durante casi nueve años. Incluso así, su rutina habitual como asistente consitía en trabajar 20-25 días por mes, unas 16 horas al día. Esto significa trabajar la friolera de 90 horas semanales aproximadamente. Todo ello, por cierto, para no obtener ningún reconocimiento profesional de alto nivel.

Entra a valorar también las condiciones de otros mangakas que él mismo conoció. Asegura que la tónica habitual es que trabajen sin tener vida social e incluso llegan a la extenuación por trabajar tanto… a pesar de que dicen que disfrutan de su trabajo. De alguna manera, aceptan de manera estoica el destino que les ha tocado: convertirse en máquinas de dibujar.

Cuando se rompe la creatividad

Ser esclavo no es algo que se elija como mangaka, es más bien un efecto colateral a partir del cual puedes disfrutar más o menos con tu trabajo. Aceptar las normas impuestas sin objección, como en este caso lo excesivo de las jornadas de trabajo, es una característica extensible al mundo laboral japonés en general.

Mayu Shinjo (新條まゆ), mangaka

A través del blog de Mayu Shinjo encontramos otra experiencia, la de una mangaka profesional que terminó por retirarse de la industria tras no poder lidiar más con la extrema presión y explotación que ella misma denuncia. La japonesa cuenta cómo era la relación con su editor, la persona que en principio provee de trabajo al dibujante y se asegura de que cumple un mínimo de calidad.

Sin embargo, el editor se termina sobrepasando con el mangaka hasta exigirle por encima de sus posibilidades, sin límite: “una situación en la que el mangaka, durante seis meses, produce 120 páginas por mes, sin poder salir a la calle ni a comprar comida y durmiendo una media de tres horas por noche”. Como artista, además, va más allá y afirma “¿es realmente necesario tolerar todo esto y no hacer lo que tu realmente quieres? ¿Tengo que publicar nuevos trabajos incluso cuando no tengo nuevas ideas, o cuando me crea una situación de angustia?”.

Esta apreciación no podía ser más significativa. Ser artista es ser creador, y sólo se puede crear satisfactoriamente si se tiene inspiración e ideas. Cuando este mecanismo se ve forzado desde el exterior, el artista ya no disfruta con su trabajo ni es eficaz en su creatividad. Descansar debería formar parte de la rutina de trabajo de una mente creativa, puesto que permite refrescar la imagnación y adquirir nuevas influencias e ideas.

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