El personaje de Yukio Mishima es un fuerte símbolo literario del siglo XX, y como otros tantos terminaría su vida realizando el acto del seppuku. El significado de este suicidio todavía hoy es discutido y comentado como un acontecimiento único en su especie.
Y no es que hayan sido pocos los artistas japoneses que han optado por el seppuku/harakiri o el suicidio como forma de poner fin a su vida. Pero el de Mishima tuvo una repercusión especial. En particular, por la fecha de la misma: 1970, una época relativamente tardía en la que este tipo de suicidio ya estaba «obsoleto», no han sido muchos los que se lo han ejecutado desde entonces; pero también fue trascendental por las circunstancias que lo rodearon.
Mishima es recordado especialmente por su obra literaria; si bien fue también dramaturgo e hizo trabajos en la gran pantalla. Pero su conciencia política fue, con los años, volviéndose más extrema. Su última tetralogía, ‘El mar de la fertilidad’ incurría en aspectos polémicos de la sociedad y la política de un Japón que ya prácticamente había abandonado muchos de sus valores tradicionales, dejándose llevar por el crecimiento desenfrentado del nuevo sistema económico de posguerra.
Llevaba años participando activamente en protestas políticas y había formado un grupo, llamado «Asociación de los escudos», a través del cual realizó su suicidio ritual.
Yukio Mishima, acompañado de cuatro personas, fue recibido por el jefe del Estado Mayor del Ejército japonés, en su despacho, situado en un edificio céntrico de Tokio. La visita, que había sido previamente concertada, discurrió desde el primer momento por unos cauces insospechados: Yukio y sus cuatro compañeros exigieron al general que reuniera en un patio contiguo al despacho a los soldados presentes en el edificio para que el escritor pudiera leerles un manifiesto en favor del rearme masivo de Japón y el establecimiento de una política totalmente independiente respecto a Estados Unidos. Ante la negativa del general, los cinco hombres le ataron en una silla. A continuación, Yukio Mishima se asomó a la ventana del despacho y comenzó un discurso en los términos aludidos, al tiempo que colgaba en la fachada una proclama. Algunos soldados se congregaron en el patio y escucharon atónitos las palabras de aquel individuo que, de pie sobre el alféizar de la ventana, gesticulaba y vociferaba. Posteriormente, Yukio Mishima se dirigió con rapidez hacia el general, se arrodilló frente a él y, empuñando un arma blanca, la hundió con fuerza en su propio cuerpo. Antes dé que le sobreviniera la muerte y sin escuchar los gritos del general que intentaba detenerle, uño de los compañeros de Mishima se adelantó hacia éste empuñando una espada de Samurai y le tajó la cabeza en redondo. Acto seguido, se arrodilló a su vez ante el jefe del Ejército y se hizo también el hara-kiri. E inmediatamente otro de los compañeros le cortó la cabeza. Este iba a repetir sobre sí mismo el suicidio ritual, cuando la policía consiguió, escalando la fachada, penetrar en el despacho y detener esta gratuita orgía de sangre.
La Vanguardia, 1970
Alcanzar a comprender por qué Mishima, cabecilla de este movimiento, llegó a dar su vida por una causa política es un tema ampliamente discutido. En aquellos tiempos, Mishima era un escritor realmente reconocido; estuvo a punto de ser elegido para el Premio Nobel de literatura -que ganó su contemporáneo y amigo Yasunari Kawabata en 1968-, pero estaba involucrado en muchos movimientos tildados de extrema derecha.
Algunos creen que el suicidio de Mishima era un objetivo con el que el escritor soñaba desde siempre por razones, digamos, artísticas. Morir de una manera grandilocuente y ser recordado como un símbolo de fuertes convicciones haría de su historia algo dramático en sí mismo. La única película que él dirigió, Yukoku (Patriotismo) parece predecir su propio seppuku.
Él mismo dijo, poco antes de su muerte «no me comprendieron», refiriéndose probablemente a las denominaciones que recaían sobre él como mero derechista o reaccionario. Pero a través de sus últimas obras, uno puede llegar a interpretar que la posición de Mishima en aspectos políticos y morales era algo romántico, en lugar de conservador.
Mishima entendía que la rectitud samurai, el honor y la persistencia típicas japonesas eran la solución a los nuevos males que acechaban a la sociedad: el individualismo, la hipocresía y la falta de entrega. Criticaba duramente a la nueva aristocracia japonesa, acomodada y ascendida al poder por vías mucho más cómodas que las de sus antepasados samurais.
Por supuesto, todo son meras especulaciones, y la mejor forma de formarse una opinión es leyendo su obra y considerando uno mismo las diferentes fuentes que hablan sobre el incidente. Existen documentos visuales del discurso de Mishima justo antes de su suicidio recopilados en Internet. En esta entrega de Informe Semanal (TVE) de 1985 se pueden ver, junto con un reportaje extendido sobre el escritor.
Una idea sobre “Suicidio ritual: Yukio Mishima”