La transición de la época feudal samurai a la modernidad, denominada Restauración Meiji, fue rápida y convulsa. Las guerras multitudinarias que se fueron desencadenando durante todo el shogunato Tokugawa no estuvieron centralizadas hasta que llegó la guerra Boshin, donde Saigo Takamori jugaría un papel imprescindible.
Saigō Takamori (1828-1877) era un samurai de carácter férreo y mentalidad estrictamente nacionalista. Entró a las órdenes del daimyo de Satsuma, su región natal. Firme partidario del emperador durante la guerra Boshin, fue astuto y mantuvo siempre una presencia importante sobre el feudo de Satsuma, pero no bajo una intención de poder o similar; él tenía una dedicación absoluta hacia la causa imperial.
Takamori era pragmático, pero también diplomático. Asumió el mando de las fuerzas de Satsuma (1864) y ahí empezó a demostrar sus capacidades militares, aunque su relevancia fue más política que militar. Cuando accedió al consejo de gobierno Meiji, colaboró en la concepción del nuevo Japón. Su principal idea era la de aniquilar completamente el sistema feudal, así como a la casta Tokugawa que llevaba siglos ostentando el poder con unos privilegios desmesurados. Se podría considerar a Takamori como uno de los principales motivadores de la última guerra civil japonesa, la guerra Boshin, donde los Tokugawa fueron eliminados.
Una vez resuelto el conflicto armado con la victoria imperial, Takamori siguió trabajando a fondo en el consejo imperial en la nueva capital del país, Tokyo. Sin embargo, poco a poco se irían descubriendo sus diferencias ideológicas con la administración Meiji. La modernización del país, ya prácticamente imparable, empezó a levantar suspicacias en el samurai, que contemplaba el nuevo orden del país muy alejado de las influencias extranjeras, alejándose de la nueva occidentalización y de las armas de fuego, y con un importante belicismo hacia el exterior. No en vano, propuso con insistencia la invasión de Corea, país que rechazaba la legitimidad del Emperador recién llegado.
Estas diferencias condujeron a Takamori a abandonar la administración imperial en Tokyo y volver a su ciudad Kagoshima, en Satsuma. Formó allí una pequeña academia privada de samurais, de talante ciertamente reaccionario. Poco a poco empezó a crecer y a convertirse en toda una insurrección. El Emperador envió un impresionante ejército de 400.000 soldados a Satsuma para detener lo que se denominaría la Rebelión de Satsuma.
Irónicamente, las 40.000 tropas rebeldes terminarían utilizando métodos y armas occidentales en la batalla, que estaba prácticamente sentenciada desde el principio. Sin embargo, Takamori luchó hasta el final, aunque no está demostrada cuál fue la causa de su muerte. Sin embargo, una teoría es que murió realizándose el seppuku, una muerte ritual a la altura de sus sólidas inclinaciones, tras haber traicionado al Emperador.
Lo más interesante de la historia de Saigo Takamori es que pasó a la historia como un aliado histórico de Japón, pese a esta revuelta. Sus méritos durante la Restauración Meiji fueron intachables y eso fue valorado pocos años después de su muerte por el gobierno Meiji. En el parque Ueno hay una estatua de Saigo Takamori, visitada a diario por miles de turistas y que recuerda a este personaje como un símbolo de la transición de Japón a la modernidad; desde la muerte de Takamori y el fin de la Revolución de Satsuma, la figura del samurai quedó relegada a la historia. Su personaje aparece en numerosas películas, series y videojuegos, siendo quizá la más conocida la película El último samurai (2003), basada en la historia de Takamori.
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