Ya es extraño que se estrenen dos películas japonesas en la cartelera española el mismo mes, pero más raro aún es que ambas sean de Yôji Yamada. El director sabe capturar la esencia de su país en pequeñas píldoras, pero con una marca inconfundible. En ‘Nagasaki: Recuerdos de mi hijo’ encontramos un elemento clásico del folclore japonés, los fantasmas, que Yamada emplea a placer para explorar su tema favorito: la familia.
El filme empieza de manera contundente, con la explosión de la bomba nuclear de Nagasaki, y el anuncio de su protagonista Koji, «este es el día que fallecí». Pero esta no es una película más sobre la muerte y destrucción del lamentable suceso nuclear. Inmediatamente después de esta primera escena, la historia avanza tres años y se emplaza en un humilde pueblo rural de montaña donde vive la madre de Koji, Nobuko. Entonces el ritmo de la película cambia por completo. El sosiego envuelve la atmósfera para el resto del metraje.
Nobuko es una mujer cristiana, cuya única familia era su hijo Koji. Durante esos tres largos años su fe ha permanecido imperturbable, creyendo firmemente en que su hijo aún vive. Pero en su tercer aniversario ha decidido dar un paso adelante y aceptar su muerte. Aceptarla significa permitir a su espíritu mostrarse ante ella. El fantasma de Koji aparece en casa de su madre, engalanado con su traje de universidad tal y como se encontraba el día de la bomba atómica.
La aparición de fantasmas es un herencia trascendental del folclore japonés. Desde que grandes obras como Cuentos de lluvia y luna de Ueda Akinari (magistralmente llevada a la gran pantalla por Kenji Mizoguchi) crearan el universo de espíritus en las historias de ficción, éste ha sido un género rico y endógeno japonés en el que los ya fallecidos volvían al mundo de los vivos para llevar a cabo una venganza, cumplir una promesa o devolver un favor por cuestiones de honor. El fantasma de Koji vuelve a este mundo sin un objetivo claro al principio, pero pronto surge un problema que causará inquietud tanto en él como en su madre: ¿qué ocurrirá con la prometida de Koji?
Ella es una maestra de colegio que también tiene un profundo drama detrás, que no desvelaremos por mantenernos en la sinopsis sin spoilers. Lo verdaderamente interesante es conocer cómo se desarrolla la vida tras la muerte de Koji y los que aún viven tratan de encontrar su posición en este nuevo mundo tras el shock de la guerra. Así por ejemplo, la escena más brillante de la película, tangencial a la trama, nos sitúa en la visita de un niña pequeña a un centro administrativo con el fin de averiguar qué ha ocurrido con su padre, enviado a la guerra en Filipinas. Yamada demuestra aquí un pulso dramático excepcional, que si bien no se mantiene durante las dos horas que dura el largometraje, nos deja momentos extraordinarios.
Hay mucho crítico duro con ‘Nagasaki: Recuerdos de mi hijo’. El principal motivo es el ritmo narrativo y lo que tardan las emociones en florecer. Supongo que este tipo de comentaristas entraron a la sala de cine con una predisposición diferente -por no decir inadecuada- a la mía ya que en el cine japonés, los ritmos en una película de esta naturaleza siempre son lentos, tranquilos y con pocos sobresaltos. Como así es el carácter japonés para los menesteres emocionales. No habría hecho un favor a sus personajes haber acelerado el filme e impedir que los conociésemos, que compartiésemos su rutina diaria. Eso no significa que el desarrollo de la historia sea el ideal, puesto que hay altibajos claros: a veces nos quieren contar más cosas de las que pueden en el tiempo disponible.
Me atrevería a decir que es una de las tareas de dirección más atípicas y arriesgadas de Yamada y por lo tanto celebro el resultado, que considero bastante satisfactorio. No creo que ‘Nagasaki: Recuerdos de mi hijo’ se proclame como un gran clásico del cine moderno japonés -eso sí, estoy seguro de que tampoco morirá entre la mediocridad. En cualquier caso, es de agradecer que una película de estas características aterrice en la cartelera española… aunque solo sea durante dos semanas.