Pensamiento japonés

Luz y oscuridad, la gran novela inconclusa del genio moderno, Natsume Sōseki

Bajo el místico título ‘Luz y oscuridad’ se presenta la última novela de Natsume Sōseki, el escritor fundamental del siglo XX japonés. Complicada, enrevesada e inconclusa, es una obra cuyo contenido es complejo de desentrañar; aún la polémica que despertó en su momento todavía mueve emociones en nuestros días.

Luz y oscuridad (明暗, meian)

Autor: Natsume Sōseki

Traducción: Yoko Ogihara, Fernando Cordobés

Postfacio: Kenzaburō Ōe

Editorial: Impedimenta

Año: 1916 (JP), 2013 (ES)

Para Kenzaburō Ōe, ganador del premio Nobel de literatura (segundo escritor japonés en obtener dicho galardón) y autor del postfacio de la elegante edición de Impedimenta, Luz y oscuridad inaugura la novela contemporánea japonesa. No estamos ante una obra convencional ni accesible para un lector corriente, sino ante el producto de la inigualable carrera literaria de Sōseki, cuyo último fruto resulta muy maduro, destilando un criticismo frío y anguloso sobre la sociedad japonesa y sus costumbres, reconocibles aún en la actualidad.


Es precisa una pequeña introducción del autor para poner en contexto y valor la obra que tenemos entre manos. Más conocido por su gran novela Kokoro (), porque alguna novela siempre hay que elevar sobre las demás, pues la carrera de Sōseki ha dejado otros títulos intachables como su ópera prima, Soy un gato (吾輩は猫である) o Botchan (坊っちゃん) siempre con un aspecto en común: poner a su sociedad, la japonesa, frente a sus contradicciones y graves defectos congénitos. La evolución de su narrativa ha evolucionado de manera equivalente a su salud: comenzó siendo un autor de fuerte tono sarcástico y satírico; conforme su patología digestiva fue empeorando, así fue madurando su literatura, adquiriendo un tono más amargo y congestionado por la experiencia. Luz y oscuridad es la novela que le acompañaría a la muerte, en 1917, quedando sin terminar, pero con más de 400 páginas de testamento.

Tsuda, estoy muy solo- le dijo de improviso.

No hubo respuesta. Continuaron su camino en silencio. El agua corría somera por el cauce del río para desaparecer bajo un puente apenas visible en la penumbra. Se escuchaba su débil murmullo en los intervalos de silencio entre tranvía y tranvía.

Iré a Corea después de todo. Creo que es lo mejor.

En ese caso, ve.

Sí. Me marcho definitivamente. Es mucho mejor ir a Corea o a Formosa que quedarme aquí para que todo el mundo me desprecie.

Muchas obras del autor desprenden un tono intuitivamente autobiográfico, y en este caso es razonable pensar lo mismo. El protagonista de la historia, Tsuda, es un hombre áspero y ciertamente pretencioso con un alto nivel de vida que, sin embargo, no termina de apaciguar su carácter. Sólo hace unos meses que se casó con Nobuko (familiarmente llamada O-Nobu), una joven ambivalente que se mueve entre la disciplina matrimonial que le exige su ambiente y una inquietud innata por tomar las riendas de su independencia como mujer. El matrimonio parece estar en un equilibrio aparente, hasta que un día Tsuda es ingresado en el hospital por una intervención quirúrgica menor.

A partir de este suceso el matrimonio y todo a su alrededor se tambalea. Las presiones familiares en torno a O-Nobu, la deuda a la que se expone Tsuda para pagar la factura del hospital y las habladurías que rodean al matrimonio empiezan a poner en cuestión la confianza mutua de la pareja. ¿Es una novela sobre la crisis matrimonial? En parte, sí, pero la óptica de la historia es mucho más amplia y abarca muchos otros ámbitos. Esta es una historia sobre la fragilidad de la red de lazos de familia y de amistad, atenazada por la convención social de un Japón confuso de su propia identidad.

Probablemente estamos ante una de las obras más inaccesibles del autor. La estructura de la novela se aleja con decisión de lo convencional. Dicho de otro modo: es una novela de personajes, en donde la trama de fondo se desgrana, caótica, impredecible, sobre escenas de la vida cotidiana. El desarrollo es lento y muy centrado en los diálogos, a través de los cuales el lector puede palpar con las yemas de los dedos los conflictos morales y existenciales de Tsuda y de O-Nobu.

—¿Cómo ha ido hoy? ¿No te ha puesto pegas Yoshio para venir? Seguro que se ha quejado. ¿A que sí? Seguro que ha dicho lo atroz que le parece que vengas al teatro mientras él tiene que quedarse en cama.

—No, no. Nada de eso.

—¡Algo habrá dicho! Como poco que soy una compañía poco conveniente. Estoy seguro. Cuando hablamos por teléfono te noté rara.

Nadie a su alrededor hablaba, ni siquiera susurraba. Por ello, extenderse con las respuestas le parecía muy inoportuno. En su lugar, se limitó a sonreírle.

—Da igual. Ya hablaremos más tarde. No te preocupes.

—¿De verdad? A mí me parece que ha tenido que ser molesto verte obligada a lastimar los sentimientos de tu marido al poco de casaros.

—No he herido sus sentimientos.

O-Nobu frunció el ceño en un gesto de fasticio. El señor Okamoto dio por finalizadas sus bromas y adoptó un gesto serio.

—La razón por la que te hemos pedido que vinieras hoy, no es solo para que pudieras disfrutar de la obra. Tu presencia es imprescindible y por eso te hemos obligado a venir pese a la enfermedad de Yoshio. Te lo explicaré todo más tarde. Y tranquila, también se lo explicaré a él con todo detalle.

La familia es el núcleo principal del Japón y su hábito social posterior a la Restauración Meiji. Para que la familia se adapte al canon establecido es necesario que se tomen determinadas decisiones. Los matrimonios de conveniencia y la estructura hombre-proveedor mujer-servicial son los ejemplos más palpables de esta dinámica, pero por debajo hay un conjunto de artificios menos evidentes que también están ahí. Esta realidad se hace palpable poco después de comenzar la novela. Hay algo en la actitud de Tsuda, con su mujer y con el resto de personas de su entorno, que desata un abanico de mentiras y de medias verdades, de falta de confianza, de contradicciones internas. Aparecen entonces los dos personajes secundarios más importantes de la historia, Kobayashi y la señora Yoshikawa, quienes moverán los hilos del matrimonio en contra de su propia voluntad y casi sin que los implicados sean conscientes.

Kobayashi es amigo de Tsuda desde la infancia, pero con el paso de los años, la vida de cada uno de ellos ha seguido por caminos opuestos. Tsuda ha alcanzado un estatus acomodado, bien encuadrado en «lo que debe ser», mientras que Kobayashi ha fracasado en cada faceta de su vida, convirtiéndose prácticamente en un paria. Como tal, es un personaje capaz de sacar a la luz aquellos puntos oscuros de Tsuda. Al conocer todos sus secretos, podría hacer que el castillo de naipes en el que vive, y que le permite llevar una posición privilegiada, se derrumbe. Mientras tanto, la señora Yoshikawa es quien ha supervisado, como una celestina, el matrimonio de Tsuda, y sabe que algo no va bien. Dispuesta a solucionar el problema, pero sin dejar translucir sus verdaderas intenciones, su aparición supondrá un punto de inflexión en el matrimonio de Tsuda y O-Nobu.

La sucesión de acontecimientos lleva al final de la novela, cuyo significado es debatido aún hoy. Que el autor lo dejara en el punto exacto que ha quedado no es casualidad. El último capítulo quizá deja la historia sin cerrar, pero al mismo tiempo, expone una situación literariamente impecable, tras haber construido con una habilidad brillante toda una estructura de contrapesos en la psique de los protagonistas, de tal manera que es razonable pensar que el propio Sōseki detuviese la escritura para reflexionar cómo continuar. ¿Un final cerrado hubiese mejorado el resultado de Luz y oscuridad? Nos inclinamos a pensar que no, pues ahora es el lector, en el papel de Sōseki, quien debe reflexionar sobre cómo termina esta historia en base al tablero de ajedrez que queda tras la última página.

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