El lanzamiento de ‘BLAME!’ ha marcado un punto de inflexión en la industria del anime. Exclusiva de Netflix, la adaptación del manga noventero del mismo nombre (ブラム!, buramu!) creado por Tsutomu Nihei es una novedad atípica. Además, su animación sigue el estilo empleado en la serie ‘Knights of Sidonia’ y se presenta como un trabajo de renderizado 3D que trata de recrear una atmósfera oscura y madura. No habrá quien discuta que detrás de esta película ha habido una gran inversión, y sólo hace falta ver alguna de sus escenas de acción para darse cuenta de sus virtudes. El problema es que estas virtudes vienen acompañadas también de muchos defectos.
Ya resulta una tarea peligrosa intentar adaptar un manga tan extenso como ‘BLAME!’ en poco más de hora y media. Hay muchas subtramas y un universo complejo como para resumirlo todo en tan poco espacio, pero es un reto que se ha conseguido en otras ocasiones. ‘Akira’ es el ejemplo más inmediato. También podemos citar ‘Tekkonkinkreet’ o ‘Ghost in the Shell’. Estos filmes no están exentos de crítica, pero hacen valer el formato cinematográfico y lo aprovechan razonablemente. Ocurre que ‘BLAME!’ ha caído en muchos de los problemas típicos de las adaptaciones ciencia ficción, y es probable que ni se haya dado cuenta. Pero empecemos desde el principio.
La primera parte de la película es intachable. El universo postapocalíptico, oscuro y agobiante irrumpe en la pantalla con rotundo éxito, nos promete una historia épica y escenas de acción disfrutables. Es lo más fácil para el sci-fi: presentar algo exótico y llamativo, que consiga meter al espectador en su terreno. Y ‘BLAME!’ lo consigue a través de la exploración del equipo de electropescadores y su lucha contra un entorno hostil y robotizado.
Entonces sale el protagonista del manga, que no el de la película. Killy es un personaje que apenas pronuncia diez frases distintas durante más de una hora y, de algún modo, es quien mueve la trama. Consigue arrastrar al resto de personajes que -incluso sin entender por qué lo hacen, como ellos mismos confiesan- se unen a la causa de Killy. Vale, personajes planos en una historia fantástica, todavía no está echado a perder todo, ¿no? En realidad, si la historia funciona, podemos obviar ese punto.
Conforme se arroja luz a algunas incógnitas del argumento, la película se empeña en demostrar lo dramática que es la situación en la que se encuentran los personajes. Mueren algunos de ellos, siempre a manos de los mismos monstruos, unos seres robóticos que aparecen de vez en cuando para amenizar los diálogos expositivos que explican la historia como quien está leyendo un manual de instrucciones. Y así, entre anodina exposición y escenas de acción llega la escena final, casi sin que haya una escena memorable.
Entonces, llegando a la última escena, se espera algún tipo de clímax. Parece que se va a llegar a un punto de no retorno en el que el desenlace puede ser sorprendente… pero no lo es. El final es abrupto y ninguno de los personajes se ve mínimamente afectado por todo lo ocurrido en la película. Por si eso fuera poco, quedan varias incógnitas sin resolver que el guión ha obviado, probablemente por falta de tiempo.
Se puede hacer la vista gorda con la animación de ‘BLAME!’ porque se nota una mejora importante respecto a la que vimos en ‘Knights of Sidonia’. El 3D sigue sin cuajar del todo al lado de un dibujo tradicional bien elaborado. Aún lidiando con ello, ha sido el desastroso guión el que más ha pesado sobre la desilusión general de esta película. Resulta un poco triste porque la primera parte sabe engatusar al espectador y la trama tiene potencial, pero la ejecución no ha sido lo suficientemente valiente como para tomar su propio camino respecto al manga y ha optado por ser conservadora sin éxito.