Yo de pequeño quiero vivir en Tekkonkinkreet

No se me ocurre mangaka más capaz para representar a personajes niños que Taiyō Matsumoto. Este es, aunque no lo parezca, un logro mayúsculo: la psicología infantil es tremendamente compleja de emular desde la creatividad adulta, en especial cuando la obra se sale de todos los estándares habidos y por haber. Tekkonkinkreet es la prueba definitiva de que los mangas con niños no son siempre para niños, y es más, pueden ser exclusivamente para adultos.

La violencia salvaje que practican los gatos Blanco y Negro es tan incorrecta como eficaz para mantener Ciudad Tesoro a salvo de ladrones, mafiosos y abusones en general. Uno se lo pensaría dos veces después de presenciar como Negro, un niño con dos gafas de nieve en la frente, destroza la mandíbula de un maleante con una tubería de metal, dejando al pobre diablo incapacitado y suplicando por su vida. No sé si estos niños son una bendición para la ciudad con más parques infantiles por kilómetro cuadrado, pero desde luego resulta muy fácil encariñarse con ellos.

Blanco y negro son el día y la noche, el ying y el yang, el cuerpo y el alma. Mientras blanco fantasea creyendo ser un soldado espacial venido de otro planeta, negro le ata los cordones de las zapatillas. Juntos van a atravesar el skyline de Ciudad Tesoro, saltando por las azoteas como felinos bien entrenados en la mejor de las escuelas: la calle. Su omnipresencia es tal que hasta el grupo de yakuzas local los conocen y tratan con ellos con respeto.

A través de solo dos personajes principales y un buen puñado de secundarios, Matsumoto presenta un argumento que es difícil de clasificar, no sigue orden ni pautas de género, aun coqueteando con el género negro –una ambientación con la que el autor ha jugado en otras ocasiones como Primavera azul–, todo en Tekkonkinkreet parece ausente de reglas, siquiera de finalidad, y buena parte de la obra simplemente se deja llevar por el instinto, y consigue que el lector saboree lo que realmente significa ver el mundo desde los ojos de un niño en un parque de atracciones.

Cuando la obra adquiere suficiente rodaje, hacia el cuarto final, empieza a subvertirse el caos ordenado que se ha establecido en las páginas previas para dar paso a un caos total. Aparece el Matsumoto más onírico, el que rompe la narrativa para extraer el jugo de lo que ha ido madurando, extiende su discurso más allá del horizonte y pone el broche a un manga incomparable, imprescindible y atemporal.

La versión de ECC unifica todos los capítulos en un gran tomo de dimensiones generosas, respetando las ocasionales páginas a color de la publicación original. La editorial ha apadrinando todos los trabajos del autor editados en España hasta el día de hoy, un verdadero lujo para nuestras estanterías.

Llaman a Tekkonkinkreet manga alternativo cuando en realidad es un manga en el sentido más puro, el manga que causa impresión, que aprovecha las herramientas a su alcance para consturir un universo propio y rico. No solo lees Tekkonkinkreet, vas a pasar un rato a Tekkonkinkreet.


Tekkonkinkreet

Editorial: ECC

Formato: Papel

Año: 1994 (JP), 2017 (ES)

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