El cine de animación inolvidable es el que consigue transportarte a un universo distinto, el que te empuja a ver la película una y otra vez para volver a cruzar la puerta a ese otro mundo en el que, al menos durante dos horas, permite escapar de la mundana realidad. La dedicación de Studio Ghibli en este aspecto con ‘El cuento de la princesa Kaguya’ es, una vez más, digna de celebrar.
El nombre que se ha ganado Studio Ghibli es impresionante. Unas veces merecido, otras no tanto; pero lo que está claro es que cuando uno se sienta en la butaca y aparece la pantalla azul cobalto y el logo de Ghibli con la silueta de Totoro, de pronto recupera una sensación de expectación. Cuando empieza ‘El cuento de la princesa Kaguya’, esta sensación queda cada vez más satisfecha.
La historia comienza con una pareja de ancianos que viven en el bosque. El marido, trabajador y honrado, se gana la vida recolectando y trabajando el bambú. Un día, de repente, algo maravilloso ocurre. Una diminuta princesa nace de un brote de bambú. Parece un regalo divino, que no obedece a las leyes de la naturaleza, y es una prueba irrefutable de buenos augurios.
En ‘Kaguya’ todo está orquestado para afianzar el espíritu zen en el espectador. La película no sólo es un sofisticado homenaje a la historia y tradición japonesas, es también una peculiar máquina del tiempo al fascinante pasado del país nipón. El desarrollo de la película es tranquilo, paciente. Permite que disfrutemos del silencio y del pequeño detalle de una animación sencillamente fabulosa: la trama discurre sin sobresaltos, nos deja saborear cada una una de sus pequeñas genialidades.
Tal y como se ven en imágenes o tráiler de la película, el trabajo artístico que lleva detrás es intachable. No se permite grandes alardes técnicos, tampoco destaca por ser conceptualmente original. Su belleza reside en hacer bella la sencillez, la simplicidad. El dibujo a pincel no sólo toma inspiración de los grabados japoneses de épocas pasadas, es también una forma de narrativa visual.
‘Kaguya’ a veces cae en tópicos, pero sabe compensarlos por otras vías. Habla sobre el paso del tiempo, sobre la codicia y el egoísmo, y también sobre el amor. Lejos de planteamientos más cerebrales y simbolistas como el de ‘El viaje de Chihiro’, se deja disfrutar desde el principio con un código más elemental pero no por ello superficial. Se convertirá sin ninguna duda en un clásico de la animación que destaca por su inmediatez y su capacidad para encontrar la belleza. Aquella que sólo se encuentra en la tradición japonesa.
Una idea sobre “La épica tradicional de ‘El cuento de la princesa Kaguya’”