¿Es legal el lolicon? ¿Deberíamos censurarlo?

Es típico de algunos manga presentar a personajes, habitualmente femeninos, de temprana edad y con una inclinación o tendencia a lo sexual. Esta caracterización, bastante normalizada en Japón a nivel colectivo, cuenta con mucho rechazo en occidente. ¿Es legal el lolicon? E independientemente de lo que digan los angulosos engranajes de la justicia, ¿deberíamos tolerarlo?

Boku no pico generó mucha discusión por su explícito contenido
El lolicon y el shotacon (referido a niños y niñas respectivamente) no tienen por qué incluir escenas de sexo, aunque cuando se hace referencia al lolicon en general se incluye este aspecto. Es un tema polémico por su asociación con la pornografía infantil, razón por la cual en ciertos momentos y lugares se ha prohibido.
Antes de nada conviene aclarar que la respuesta a preguntas de este tipo nunca debería ser un absoluto “sí” o un absoluto “no”. Hay que considerar el contexto en el se emiten los juicios y, en este caso en particular, tener en cuenta la naturaleza del lolicon: es una forma de ficción. Esta circunstancia implica que dispone de absoluta libertad para expresar situaciones o ideas que no tienen que obedecer al mundo real. Esta regla es igual de aplicable a las obras de cualquier tipo que representan asesinatos, violaciones, torturas o similar.
En España, la Fiscalía General del Estado dictó en 2015 el criterio a seguir en lo que, de manera general, denominan “pornografía virtual”. La norma establecida señala que en ningún caso este tipo de contenidos es ilegal, siempre y cuando no sea “realista”, es decir, imágenes que podrían pasar por reales aunque fuesen generadas artificialmente. Esta definición es bastante ambigua (la línea entre lo realista y lo fantástico es difusa) pero sirve para asegurar que el lolicon habitual no es ilegal.
A veces el contenido sexual sólo se sugiere
El asunto realmente turbulento es el de su moralidad. Por decirlo de manera sencilla: no está bien visto el lolicon. Sus consumidores están abocados a la privacidad -a menos que quieran preservar la aprobación social- como ocurre con la mayoría de las filias sexuales. En realidad, la afición por el lolicon de naturaleza sexual no se diferencia biológicamente de otras atracciones sexuales dispares, como podrían ser la gerontofilia, la necrofilia o la zoofilia. La diferencia la establece la sociedad, en primer plano, y la ética en segundo plano. A menudo, se asocia la afición del lolicon con la pedofilia y -erróneamente- con la pederastia.
No tenemos las suficientes garantías para establecer un vínculo real entre el interés sexual en el lolicon y en los niños, ya que el lolicon añade un factor ficticio en el cual se le atribuyen atributos adultos a un personaje menor. Independientemente de eso, ambos comparten una cosa: son filias. Deben considerarse como respuestas biológicas, que no entienden de normas sociales o moralidad, y que no pueden ser reprimidas al igual que cualquier otro impulso sexual. Por ese motivo, no tiene sentido culpar a una persona por disfrutar del lolicon, puesto que no está en sus manos rechazar la satisfacción que le produce. Juzgar de despreciable o asqueroso a alguien que disfrute del lolicon, simplemente por el hecho de que biológicamente esa persona reacciona sexualmente ante un dibujo erótico, es un error.
Es importante distinguir entre la filia en sí, y la manera de llevarla a cabo. En este aspecto, permitir el lolicon es positivo. De esta manera, una persona que pueda acceder de manera legal y socialmente aceptada a este tipo de contenidos no sólo puede satisfacer sus necesidades sino que no necesita reprimirlas. E incluso, el lolicon puede ser una vía para que la pedofilia se satisfaga sin necesidad de recurrir a la pornografía infantil, que sí es ilegal e inmoral ya que implica a menores y causa un perjuicio real.

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