Pensamiento japonés

Territorio de luz: catarsis de redención

© Fernanda Montoro, «Ginza» (2015).

Gracias a la editorial Impedimenta, llega a nuestras manos Territorio de luz, obra de una de las más destacables voces contemporáneas de las letras niponas, Yūko Tsushima, pseudónimo de Satoko Tsushima (1947-2016). Crítica literaria, ensayista y prolífica autora de obras de ficción, Tsushima fue galardonada con los más prestigiosos premios literarios de su país, entre los que cabría destacar el Premio Noma, el Premio Izumi Kyōka y el Premio Tanizaki.

En su primera etapa literaria, a la que pertenece Territorio de luz, Tsushima se centró en dar voz a los grupos de población más vulnerables de la sociedad, en su mayoría mujeres, y con especial atención en las madres solteras, colectivo al que se aproxima desde la experiencia de la maternidad en solitario vivida en primera persona. En este sentido, Tsushima va un paso más allá en la narrativa con tintes autobiográficos, de larga tradición en la literatura japonesa, y traspasa los límites de la ficción para adentrarse en un relato de crudo realismo. Su predilección por la reivindicación de la presencia femenina en la sociedad a lo largo de su carrera literaria le valió a Tsushima el calificativo de escritora feminista, si bien la autora se mostró reticente a aceptarlo. En cualquier caso, la preocupación de Tsushima por la denuncia social y la defensa de los desvalidos siempre ha estado presente en sus obras, tal y como queda patente en su recorrido compositivo, en cuya etapa de madurez abogaría en defensa de otra minoría social sin voz, la de los indígenas japoneses, así como por la temática de la ocupación americana de su país tras la Segunda Guerra Mundial.

Territorio de luz, que no ha perdido su vigencia, pese a las cuatro décadas que la separan de su publicación original en 1979, tan solo tres años después del inicio de la carrera literaria de su autora, se convertiría en una de sus obras más emblemáticas. A lo largo de sus doce capítulos, Tsushima comparte con nosotros un año de la vida de la protagonista, el que media entre la separación de su marido y el divorcio definitivo. Poco sabemos de los datos objetivos de esta mujer, apenas que trabaja como bibliotecaria y que se enfrenta al trance de la separación conyugal sola, con su hija, una niña de tres años. No obstante, podríamos afirmar que el anonimato del personaje principal, unido a la narración en primera persona, nos empuja a la empatía, a identificarnos con esta mujer sin nombre y a compartir su sufrimiento, al convertir a la protagonista en arquetipo universal en que se encarna el desarraigo familiar y personal, el abandono y la soledad.

… ahora que mi marido había desaparecido, no podía tener la desvergüenza de regresar junto a mi madre como una niña que se hubiera escapado de casa. En lugar de eso, cultivé la esperanza, simple y urgente, de que vivir sola sería mi única salvación. Y eso era lo que me avergonzaba y me hacía sentir culpable.

Si tuviéramos que destacar el rasgo más sobresaliente de la autora en Territorio de luz este sería, sin duda, su extraordinaria habilidad para sumergirse en los pensamientos más íntimos de la protagonista, su maestría para dar forma y trasmitir, con transparencia y sutileza, sus más profundos sentimientos a través de una desgarradora búsqueda interior, en la que se entrelazan remordimientos, desencantos y una inevitable sensación de fracaso y zozobra. Esta constatación de una nueva realidad de la que no cabe escapatoria, de esta lucha por salir adelante, por duro que resulte criar a una hija en soledad y afrontar el fin de una relación, no es sino un proceso de maduración personal hacia la independencia, un camino hacia la autosuficiencia y la liberación plagado de amargura y desasosiego, solo contrarrestados por la ternura de los momentos compartidos con su hija, una niña en quien la narradora vuelca su frustración y que, pese a no comprender del todo lo que la rodea, no deja de acusar la falta de la figura paterna. Curiosamente, esta ausencia también estará presente en la vida de la bibliotecaria, cuyo padre, según nos confiesa, murió siendo aún niña. Resulta obvio que este detalle no se debe a la casualidad, pues la misma circunstancia se repite en Tsushima, hija del afamado Ozamu Dazai, quien se suicidó en 1948, cuando su hija contaba tan solo un año de edad.

Fue por entonces cuando mi hija empezó a llorar por las noches. Y al verme a mí misma insultarla y decirle cosas feas, al verme capaz de sofocarle la nariz y la boca, me di cuenta de cómo serían en realidad mis días a partir de ahora. Afligida, deseé poder recuperar la vida que tenía antes. Pero ya no podía ni volver ni huir. Lo que mis ojos no habían querido ver hasta entonces no era más que el cruel reflejo de mí misma.

Salpicados a lo largo de esta historia de ruptura y superación, hallamos los sueños de la protagonista, que vierte en la conciencia onírica su asfixia existencial, su abismo interior, la sensación de pérdida, de separación. En su afán de supervivencia ante lo inevitable, hallará refugio en la que se convertirá en su nueva vivienda, el único apartamento de un bloque de oficinas, bañado de luz, esa luz que dará título a la novela y será metáfora que filtrará su resplandor por los resquicios de esta sutil narración de prospección interior en pos de un anhelado equilibro, de asentamiento en una nueva realidad en la que la protagonista se esfuerza por recomponer su vida y seguir adelante, aunque hiera.

 

 

 


Territorio de luz

Autora: Yūko Tsushima

Editorial: Impedimenta

Año: 1979 (JP), 2020 (ES)

Formato: Papel

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