La oda al teatro de SquareSoft. Una reflexión sobre Final Fantasy IX

El mundo desde una butaca toma un cariz especial, casi mágico. El espectador es capaz de establecer una conexión con el escenario que le permite observarlo con lejanía y cercanía simultáneas. Lejanía porque, desde esa misma butaca puede contemplar ese mundo reducido, acotado por los focos, las cortinas y el decorado, un mundo en el que los personajes se mueven gráciles como los gansos por un estanque en una cálida mañana de primavera, casi como si realmente ése fuera su lugar, como si pertenecieran a esa pantomima. Es ahí, en dentro de esa pantomima, donde nos atrapan con sus miradas, sus declamaciones y sus hazañas, en ocasiones cómicas, en ocasiones trágicas.

Este artículo no contiene spoilers.

El escenario en el que se interpreta Final Fantasy IX es un gran palacio diseñado por las mentes brillantes de la era tardía de SquareSoft, construido sobre los cimientos más sólidos del potencial gráfico de PlayStation. Hacia falta un universo genuinamente maravilloso para atribuirle una personalidad diferencial, ya que la decisión principal incurrió en abandonar la senda adulta que venía siendo tendencia en anteriores entregas y dar la bienvenida a un mundo más colorido, más desenfadado, más cómico. En definitiva, más teatral.

Final Fantasy IX es un videojuego eminentemente teatral. En la primera escena conocemos a los integrantes de la banda Tántalus, una panda de maleantes de poca monta que, precisamente, están planeando la interpretación de una obra de teatro falsa para secuestrar a la princesa del castillo de Alexandria, aprovechando la distracción del público embelesado en la obra. La ejecución del plan, que por supuesto es totalmente disparatado, sienta las bases del estilo narrativo que se mantienen durante el resto del juego: de ritmo pausado, recursos efectistas y por supuesto, hechos inesperados que ponen en aprietos a los protagonistas.

Una ejecución de libro

Los personajes de Final Fantasy IX tienen roles clásicos del género: el valiente y alocado que mueve el argumento, el torpe pero entrañable que añade el punto de ternura, el honorable cuya seriedad es utilizada de recurso humorístico, la joven de alta cuna que causa el efecto dramático… todos ellos son piezas de una trama con un sentido cómico omnipresente, que deja el paso eventualmente a los conflictos de personaje, los cuales están entrelazados de manera absolutamente brillante. Sus evoluciones avanzan a la vez que avanza la historia de fondo: Yitán comprende que el mundo no gira en torno a él y descubre su sentido en la vida cuando comprueba como Garnet, la princesa, se ve despojada de su identidad y poco a poco se precipita hacia la madurez mientras el reino de Alexandria cambia por completo, suceso que afecta gravemente a los principios justicieros del soldado, Steiner.

El aislamiento de las subtramas es un problema argumental común de los videojuegos que aquí se soluciona de manera ejemplar. No es fácil incluir varios personajes y contar una historia para todos ellos que al mismo tiempo no desvirtúe la historia principal. De hecho, en prácticamente todos los Final Fantasy, este problema persiste y lastra notablemente la fluidez del desarrollo; pero en la novena entrega se consigue haciendo destacar a cuatro protagonistas -Yitán, Vivi, Steiner y Garnet- y dejando al resto en un segundo plano, más como dispositivos de guión que permiten hacer avanzar la historia principal en lugar de desviarla. Apenas hay una recaída en el ritmo narrativo, que se mantiene con interés y tensión continuadas hasta la mitad del segundo disco (es decir, la mitad del juego), momento en el cual sí se permite tomar un rodeo poco justificable. Aún con ello, hay más motivos para señalar el esfuerzo en contar una buena historia.

Este es el videojuego de rol de SquareSoft con menor incidencia en la exploración y las batallas por turnos – con permiso de Chrono Thrigger. Es decir, por supuesto que puedes explorar un gran mapa, y en particular hacia el final del juego, recorrer todos los recovecos para sacar los secretos, pero es una tarea totalmente opcional ya que a grandes rasgos, el desarrollo es casi totalmente lineal. Esta manera de reducir aquellos elementos típicos del género permite acelerar sustancialmente el ritmo al que se desarrolla la historia principal, evolucionan los personajes y evita que el jugador pierda el interés o interiorice que el argumento es algo secundario, porque de hecho no lo es, es totalmente primordial. Este mismo diseño fue después reutilizado en Final Fantasy X, el cual implementa una linealidad aún más acusada en la exploración.

El placer de contar historias

La narrativa cuenta con unos cuantos mecanismos para enriquecer el universo y sacar partido de tener varios personajes experimentando cada etapa de la aventura. El más manifiesto es la inclusión de las ‘secuencias en tiempo actual’, que ofrecen capítulos no interactivos en momentos clave, una táctica excelente para romper la monotonía y aportar más relieve a la personalidad de los protagonistas. Este elemento es fundamentalmente un entremés teatral, una pieza que sirve de interludio o descanso para relajar al espectador y provocar que regrese con más fuerza al hilo principal a posteriori.

Es habitual, tanto en estas secuencias secundarias como en las principales presenciar la aparición repentina de uno de los personajes, ocasionando así un giro de guión inmediato que recuerda al drama más básico, cuando los actores aparecen por detrás del telón a los lados del escenario sin previo aviso, causando una típica sorpresa. En ocasiones, además, los personajes secundarios, como la banda Tántalus o los estrambóticos Ton y Son nos obsequian con diálogos de lo más delirante – pero su objetivo técnico consiste en permitirnos conocer información privilegiada del antihéroe, o del próximo objetivo de nuestros protagonistas.

Es difícil no encariñarse con Final Fantasy IX. Este verano cumplirá 19 años y recientemente se ha catalogado como uno de los juegos más vendidos en la eShop de Nintendo Switch tras su reciente estreno. Estamos ante un juego atemporal que sabe establecer psinergia con uno de los artes más antiguos de la humanidad, el arte del teatro, y además lo consigue con recursos que pocos han sabido reproducir a día de hoy.

Se baja el telón.

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