Pensamiento japonés

Relaciones maritales durante el periodo Edo

El periodo Edo (1603-1868) supuso una época de ostracismo para Japón. El bakufu (幕府) o regencia militar del shogunato Tokugawa decidió cerrar las fronteras a toda influencia extranjera y el país asiático “desapareció” de los circuitos comerciales de la época. Al mismo tiempo, los extranjeros en el periodo Edo quedaron reducidos a unos pocos jesuitas españoles y portugueses y a comerciantes e ingenieros procedentes de Francia, Inglaterra, Alemania, Holanda y America del Norte. Todo esto a nivel político pero, ¿Cómo era la sociedad de la época? ¿Cómo se entendían las relaciones maritales durante esa época de aislamiento internacional? Lo averiguamos en las siguientes líneas.

Las uniones matrimoniales durante la época Edo

Las uniones matrimoniales tuvieron gran importancia durante el periodo Edo. La relación que se establecía entre hombre y mujer se convertía en una metáfora del férreo vínculo de fuerza y sumisión que debía existir entre gobernantes y gobernados. Durante el feudalismo japonés, las leyes que regulaban este tipo de relaciones se regían según la clase social del hombre; fuera un comerciante, campesino o samurái, cada una de estas distinciones llevaba consigo una serie de privilegios y obligaciones que debían cumplirse por ley.

Aparte de la clase social, la división de género se utilizaba, también, para establecer una organización social dentro del régimen shogunal. Hay que tener en cuenta que la idea confuciana de “sociedad patriarcal” era la que legitimaba el sistema legal de la época. Es decir, hombres y mujeres no eran vistos de igual manera por la ley.

Si el entramado legal del bakufu regía las leyes por las que debían regirse las relaciones conyugales durante el periodo Edo, hacía lo mismo en el caso del adulterio o mikkai (密会 ). La traducción literal de mikkai es “verse en secreto” aunque se extendía al encuentro sexual entre una mujer casada y un hombre que no fuese su marido. En ningún caso la definición incorporaba la relación inversa. Otra muestra de la superioridad moral del hombre frente a la mujer a quien se deba “manga ancha” para cometer adulterio. De este modo, quedaba demostrado el carácter patriarcal de la sociedad de la época.

Durante el periodo Edo la mujer era propiedad de su marido

Según las leyes establecidas por el shogunato, la mujer era propiedad de su marido o de los padres de éste. La mujer no era más que una “mercadería” y el adulterio una disputa entre dos hombres por una “propiedad”. En esa “lucha” tomaban parte el marido, el amante, la esposa y, en ocasiones, las familias de los implicados. Una disputa que podía llegar a desestabilizar el orden social preestablecido llevando a los gobernantes a implicarse seriamente en la regulación del adulterio.

El castigo del adulterio

A lo hora de aplicar el castigo existía una gran diferencia entre la visión del bakufu y las costumbres de cada región o pueblo. El shogunato era el encargado de promulgar las leyes más importantes, pero su aplicación se dejaba en manos de los señores feudales o daimyô (大名 ). La legislación del adulterio, pues, quedaba en manos de las comunidades rurales.

Hishikawa Moronobu. Mediados del siglo XVII

Así pues, eran las costumbres de cada pueblo las que determinaban el castigo  que debía imponerse en caso de adulterio. Existían varios veredictos y todos afectan de forma exclusiva a la mujer: si se la perdonaba o no, si se le permitiría volver a casa de su esposo, si era enviada al exilio o, en casos extremos, si se la condenaba a muerte. El punto de inflexión llego cuando el bakufu consideró el adulterio como un crimen a perseguir. A partir de ese momento se consideró a la mujer como única y principal culpable de la “traición marital”.

La regulación del adulterio en las relaciones maritales durante el periodo Edo

Ya fuera en la capital, Edo, o en los territorios gobernados por los daimyô el adulterio se intentaba regular siguiendo el orden social establecido. La sexualidad de la mujer estaba en manos de su marido y en el momento que  ésta huía con otro hombre, su familia, la del amante y la de su esposo quedaban “manchados” e involucrados en el bochornoso suceso. En el caso que los adúlteros fueran de regiones distintas podían llegar a intervenir los señores feudales de dichos territorios.

Considerado como una amenaza, el adulterio era tomado como un serio crimen. Perseguido y juzgado de forma implacable con consecuencia nefasta, siempre, para la mujer. A finales del siglo XVII empezaron a proliferar casos en los que la mujer se tomaba la venganza por su mano. Casos sonados que, incluso, se escenificaron como obras de teatro de gran éxito entre el público.

La relación de sumisión de la mujer hacia el hombre establecida durante el periodo Edo aún puede observarse en la actualidad. La sociedad japonesa de hoy en día sigue siendo patriarcal. Más del 90% de las grandes corporaciones del país asiático están dirigidas por hombres y la paridad en las altas esferas políticas es más o menos la misma.

Pese a que cada vez más mujeres optan por desarrollar una carrera profesional aún mantienen ese estigma de “ama de casa”. Existen una serie de “obligaciones” en el plano moral que aún persisten entre los matrimonios nipones. El hombre es quien lleva el dinero a casa mientras que la mujer se ocupa de las tareas del hogar y de los niños. Parece difícil que a corto plazo los roles hombre-mujer en Japón cambien, pero quién sabe.


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