Pensamiento japonés

El síndrome del manga interminable

La industria del manganime es muy particular y muchos de sus mecanismos están dirigidos al mercado específico japonés, que consume manga y anime en grandes cantidades, de hecho, en Japón se lee más manga que novela. Está claro que si hay series tan largas es porque existe un público que las demanda, pero eso no siempre significa que la longevidad esté justificada en términos de calidad.

Para empezar, creo que es necesario hacer una distinción entre dos tipos de series. Por un lado, tenemos las series guiadas por una trama. La serie empieza planteando un nudo argumental en el primer o segundo capítulo que debe resolverse en mayor o menor espacio de tiempo. Cuando el nudo se resuelve, los personajes o su universo han sufrido una evolución considerable, y en consecuencia, no tiene mucho sentido continuar la serie con los mismos personajes en el mismo universo.

Un claro ejemplo de una serie que sigue esta fórmula y cae en el error de continuar es Death Note. Es evidente que la serie está dividida en dos partes y que la segunda parte es una continuación que no aporta gran cosa. El protagonista, Lait, ya ha evolucionado desde que consigue el Death Note hasta que decide utilizarlo para imponer justicia bajo su propio criterio. A partir de ahí y tras conocer lo que pasa en el desenlace con L, no queda mucho margen para seguir explotando a Lait y las connotaciones morales del uso del Death Note, porque ya se han visto en la historia. Por eso, la segunda parte de la serie, con un personaje que prácticamente es un clon de L es muy descafeinada.

En este tipo de series guiadas por una trama, la misma trama marca el final. Siempre se puede continuar con la serie mediante una historia paralela o una secuela que introduzca suficientes elementos nuevos para que vuelva a tener interés dramático. El problema es que los plazos tan ajustados de la industria del manga exigen nuevos capítulos cada semana, y muchas veces se prefiere continuar la historia actual en lugar de dejarla reposar una temporada y volver más tarde con nuevas ideas. Pero quizá, para cuando vuelva ya es demasiado tarde, y el tirón de la serie original se ha perdido. Sin embargo, la experiencia nos dice que suele ser mala idea estirar una trama que no da más de sí y que es mucho más rentable esperar un tiempo hasta tener una siguiente entrega consistente.

El segundo tipo de serialización podríamos llamarla la serie basada en arcos. Aquí hay varias tramas superficiales que no hacen evolucionar a los personajes ni a su universo de manera drástica. En el fondo, los personajes y el universo son más bien un marco narrativo para que los creadores puedan jugar con libertad, manipulando las variables que tienen para crear historias generalmente de poca carga dramática.

Como ejemplos de este formato podemos incluir los típicos shonen, como Naruto, One Piece o Fairy Tail. Los arcos duran uno o varios capítulos y cubren una aventura o subtrama de una historia principal que avanza muy despacio. La serie se concibe pensando de antemano en que tendrá muchos capítulos, por eso el nudo queda siempre muy lejos de resolverse y es más importante lo que aporta cada arco por separado. Cuando el arco es irrelevante porque no tiene efecto dramático se dice que es de relleno.

En general, mantener una serie con arcos durante cientos de capítulos es difícil, porque la capacidad de sorprender con los mismos elementos narrativos es cada vez menor. Y eso sin contar que desanima bastante a un espectador saber que debe dedicar tantas horas de su vida para estar al día, aunque es algo que depende de mucho de cada persona. ¿One Piece necesita tantos capítulos? Probablemente no. Al margen de su calidad, ¿no habría sido más interesante aprovechar la capacidad de sus creadores en series de otro estilo? En lugar de eso, se dedican a crear capítulos de una serie que aunque ofrece una garantía de éxito comercial, son un lastre para su frescura creativa.

 

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