Pensamiento japonés

Maravillosa familia de Tokio. ¿Son todas las familias iguales?

Es casi inevitable comenzar un artículo sobre ‘Maravillosa familia de Tokio’ sin mencionar a Yasuhiro Ozu y su atemporal ‘Cuentos de Tokio’ (東京物語, Tokyo Monogatari) ya que prácticamente desde la primera hasta la última escena, las comparaciones son constantes. Pero lo que ha intentado Yoji Yamada en este nuevo acercamiento a la comedia familiar japonesa es distanciarse también de su gran referente, una apuesta tan arriesgada como necesaria.

Al cine le gusta mucho recordar y homenajear sus grandes clásicos, y el propio Yoji Yamada ya lo hizo en 2013 con ‘Una familia de Tokio’ (東京家族, Tokyo Kazoku) desde una perspectiva conservadora: alguien tenía que coger la obra maestra de Ozu, pasarla al cine en color y actualizar algunas escenas para hacerlas asequibles al público menos dispuesto a los clásicos. Fue un trabajo correcto, inferior al original con justificación.

‘Maravillosa familia de Tokyo’ (家族はつらいよ, Tokyo wa tsuraiyo) es menos conservadora y opta por presentar a una familia más realista, menos idealizada. Los miembros de esta «maravillosa familia», emulados en gran medida por los mismos actores que en la ocasión anterior, ya no siguen al pie de la letra los modelos del Japón de mediados del siglo XX. Ya no hay una pareja de abuelos imperturbables y anclados a lo antiguo; sus hijos viven en su propio y personal momento vital más bien alejados de la familia; los nietos traen la frescura de una nueva generación cargada de energía.

A pesar del párrafo con el que he abierto el artículo, tengo que rectificar. No es justo comparar ‘Maravillosa familia de Tokio’ con la película de Ozu, porque entonces saldría escaldada sin lugar a dudas al jugar con ventaja. El recurso de la comparación lo han empleado otros críticos, de cuestionable juicio, para echar por tierra el trabajo cinematográfico de Yamada al tiempo que vuelven a ensalzar por enésima vez los clásicos. Sí, resulta muy fácil revindicar las películas consagradas y desentenderse de lo nuevo. Pero en lo nuevo hay, a veces, algo de valor.

La película comienza con las pertinentes presentaciones de los miembros de la familia. El abuelo es un personaje gruñón, casi despreciable con su familia. Sus hijos, con dos de los cuales comparte vivienda, parecen tan ajenos a lo que ocurre dentro de su casa que no ven venir lo que está a punto de suceder: la abuela, una mujer de buenos modos y antiguas maneras, decide pedir el divorcio. Lo decide incluso a sabiendas de que tendrá que abandonar el hogar y desintegrará a la familia. La fatídica e incomprensible noticia consigue reunir a toda la familia. «¿Hace cuánto tiempo que no estábamos todos juntos?», se preguntan, justo antes de tratar de reconciliar a los mayores.

Yamada derrumba en los primeros veinte minutos el ideal de familia, y a partir de ahí, nos empuja a conocer por qué esta familia de Tokio es maravillosa: representa a todas y cada una de nuestras familias. Las disputas internas, los rencores enquistados y por debajo, el temor a que la familia se rompa, hacen que la solución del conflicto familiar parezca imposible. Las discusiones entre el cuñado y el abuelo, el hermano menor y su hermana, o el hermano mayor y su mujer son situaciones incómodas que, sin embargo, resultan familiares al espectador. Nunca mejor dicho.

El tono de la película oscila entre la comedia y la sátira social, pero no deja de estar orientada con ímpetu hacia el público japonés. El humor de situación -que llega a ser incluso irreverente- trata de jugar con el dramatismo como si de una pelota de tenis se tratase: cuando la escena se vuelve seria en exceso, no tarda en rebajar la tensión con algún chascarrillo. Ya sabemos que los gags típicos japoneses pueden ser… imprevisibles, ¿verdad?

Las similitudes de la película a ‘Cuentos de Tokio’ empiezan por el título, continúan durante el largometraje y se hacen explícitas en la escena final. Gracias a esa escena, lo que ha pasado con esta controvertida familia tokiota toma otro significado, a la sombra del gran Yasuhiro Ozu, y pone a la sociedad japonesa en el punto de mira: ¿han cambiado tanto las cosas en la familia japonesa?

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