Pensamiento japonés

La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu

 

La poética de lo cotidiano

Autor: Yasujiro Ozu

Traducción: Amelia Pérez de Villar

Editorial: Gallo Nero

Formato: Papel

Año: 1931-1962 🇯🇵, 2017 🇪🇸

No se entiende el cine japonés sin Yasujiro Ozu, maestro y visionario cuyos trabajos de dirección y guion han creado escuela mundial. Admirado por sus compatriotas y también por extranjeros, Ozu ha destacado siempre por su autenticidad, que nace principalmente de un estilo propio y que hemos disfrutado en grandes clásicos como ‘El sabor del sake’, ‘Cuentos de Tokio’ o ‘Primavera tardía’. Este volumen recopila una ingente cantidad de ensayos, entrevistas y comentarios a lo largo de 30 años de carrera cinematográfica en los que podemos entender el proceso creativo del japonés y extraer lecciones no solo del séptimo arte, sino también de la vida misma.

 


Apodado «el más japonés de los directores japoneses«, cualquiera tendrá una imagen preconcebida de cómo funciona la mente de Yasujiro Ozu, pero objetivamente es difícil hacer un retrato de él que no atienda a multitud de matices: es un creador detallista, pero rechaza el artificio; defiende el tener una manera personal de hacer las cosas, pero siempre persigue una perfección casi metódica; sabe valorar a los actores por sus cualidades en escena, pero no contempla trabajar con gente con quien no tenga relación personal íntegra. Es Yasujiro Ozu, un hombre de ideas sencillas pero cuya ejecución es siempre compleja.

Yasujiro Ozu.

La obra se divide entres partes, siendo la primera una recopilación de ensayos en los que Ozu expone su visión del cine, actuando al mismo tiempo de creador y de crítico. Cuando las películas eran un producto de ocio principalmente importado de norteamérica, el director japonés ya hacía sus primeros trabajos en una industria nacional muy precaria. Esto le empuja a reflexionar, obedeciendo al a tendencia de la época, sobre la modernidad occidental y sus fórmulas creativas. Cuando el cine en color llegó a las salas, Ozu actuó con cautela, señalando que «es necesario un tiempo de conversión al nuevo formato, pues como director estoy acostumbrado a utilizar las ventajas de la escala de grises que proporciona el cine en blanco y negro».

Hace especial hincapié en negar lo que él denomina la «gramática del cine», es decir, el conjunto estipulado de reglas que se deben seguir de acuerdo a las producciones más taquilleras, todas cortadas por el mismo patrón por aquel entonces. Las observaciones de Ozu resultan muy significativas aún hoy en día, cuando la globalización ha acentuado aún más la existencia de tendencias comerciales conservadoras enfocadas en hacer cine de masas, distanciado de la innovación.

Primavera tardía (1949)

Es muy interesante descubrir el carácter personal detrás del genio. Lejos de asumir un rol presuntuoso, es capaz de dejar la modestia aparte para hablar con franqueza sobre su propia obra. Reconoce que su estilo trata de ser diferente, y que su metodología de trabajo no es más que la que él ha desarrollado, pero no trata de imponer nada a nadie; siempre ecuánime, señala cuáles han sido sus mayores aciertos y sus mayores errores. Demuestra ser un creativo consciente del mundo en el que vive ya que como él mismo afirma, los intereses artísticos deben cruzarse inevitablemente con los intereses comerciales en la producción de una película, y lo más sensato es la negociación entre ambas partes para llegar a un acuerdo… Incluso en circunstancias adversas como la censura que sufrió el cine japonés debido a la Segunda Guerra Mundial, episodio relatado con aplastante agudeza por Ozu.

Como todo cinéfilo sabe, Ozu siempre opta por una plantilla de actores muy acotada, entre los que destaca Chisu Ryu. De él dice que «quizá no sea un actor brillante, pero es bueno y me gusta mucho trabajar con él, así que lo prefiero respecto a cualquier otro actor estrella». Con afirmaciones de este estilo, descubrimos que la cercanía y calidez que desprenden sus filmes se extiende al propio rodaje y gestación de la obra. ¿Acaso hay método más efectivo para realizar una cinta intimista y emocional que compartir ese estado de ánimo entre aquellos que participan en ella?

La hierba errante (1959)

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