Pensamiento japonés

La espada oculta. El cénit samurái de Yôji Yamada

Un samurái siempre debe llevar sus armas encima salvo, lógicamente, momentos excepcionales como una audiencia ante un gran señor, quien puede solicitar mediante su autoridad el desarme general. Pero la espada, que es compañera fiel del samurái, no es la única herramienta de la que dispone, y de hecho puede ser la única que no emplee jamás. El principal trabajo de samurái es ser un ejemplo a través de su conducta y modo de vida.

La Espada Oculta (隠し剣 鬼の爪, Kakushi-ken: oni no tsume o en inglés The Hidden Blade) es, como buen exponente de cine chambara, un ejercicio de exploración de la figura del samurái, alienada en occidente con una colección de tópicos y equívocos. Pone sobre la mesa varios conflictos morales del hombre japonés del estamento privilegiado, que en la última época del periodo Edo (1600-1868), cuando se ambienta el filme, se cruzaban con la invasión occidental.

El protagonista queda lejos de ser un señor importante, casi enterrado entre los numerosos niveles de la jerarquía del mismo estamento samurái, pero es un hombre ejemplar. En un periodo en el que no resultaba extraño obtener un título de honor a cambio de una suma de oro ya quedan pocos samuráis que realmente respeten y practiquen los principios modélicos asociados al samurái, el espejo en el que se mira la sociedad. Munezo Katagiri, interpretado con magistral solemnidad por Masatoshi Nagase, es un lamento agónico por recuperar la gloria perdida de su clase.

La vida de Katagiri siempre se ha definido por el servicio a su clan, un grupúsculo corrupto emparentado con el shogunato. Los tiempos están cambiando, y las armas de fuego se introducen en la infantería con reticencia pero sin pausa. Los antiguos valores ya no sirven, matar a un adversario ya no implica una victoria tras un combate limpio y equilibrado. Las voluntades se debilitan, entre ellas, la de Yaichiro Hazama (Yukiyoshi Ozawa), compañero de armas de Katagiri en su juventud. Ambos fueron instruidos en la legendaria técnica de la espada oculta.

Hazama es destinado a Edo para dar servicio al clan desde allí, pero a diferencia del protagonista, su descarrilamiento moral es imparable. La próxima vez que Hazama y Katagiri se encuentren años después, habrá unas rejas apresando al libertino samurái. A su vez Katagiri ostenta una posición humilde, habiendo perdido su familia y compartiendo el mismo techo con Kie, asistenta de la madre de Katagiri, fallecida a causa del suicidio ritual.

El filme entrelaza las tramas de sus personajes con gracia y agilidad, y sabe encontrar aquellos puntos en común entre el cine contemplativo japonés y el montaje dramático efectista más occidental. No faltan escenas de espadachines, pero son las menos; el director le pone especial ímpetu en hacer un recorrido por las complejas sensibilidades del Japón de la época Edo tardía, siempre fascinante y lleno de claroscuros.

La espada oculta no idealiza de manera categórica la figura de samurái y su contexto histórico, del mismo modo que pone de relieve algunos de sus ángulos más bellos: pone de manifiesto la contradicción entre la lealtad al señor y la lealtad al clan y a la propia familia, ante la cual el hombre debe elegir entre lo que es justo y lo que le exige su posición honorable. Estamos, con justificación, ante la mejor película chambara de Yamada.

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